El término homosexual, con las connotaciones afectivas que posee entre los humanos, nunca puede aplicarse a ninguna otra especie animal. Sin embargo, en algunas de ellas, sus especimenes, sobre todo refiriéndonos a los machos, mantienen actitudes con los individuos del mismo sexo que perfectamente podrían encuadrarse dentro de lo que entendemos como prácticas de índole homosexual.
Es entre los primates donde más común y estudiada resulta esta actitud. En el seno de una gran familia de simios existe un estricto orden jerárquico cuyo punto crucial ocupa el líder de la manada. Este precisa marcar su dominio sobre los demás machos de una forma permanente. Aquéllos normalmente huyen de sus acometidas, sin que las escaramuzas trasciendan más allá de unas simples amenazas. Aunque en ciertas ocasiones, cuando el macho de escalafón inferior es acorralado, vuelve su espalda al líder y le muestra su inflamada y rojiza zona anogenital, en una conducta claramente receptiva, igual que si de una hembra en celo se tratase. El macho dominante simula entonces el acoplamiento, al tiempo que su agresividad resulta aplacada. Hablamos entonces de una conducta de relación social más que de tipo homosexual.
Hay otros animales, entre los que podríamos citar a los lobos y los cánidos que durante la infancia realizan el acto sexual con sus hermanos de la misma camada. En este caso, tampoco llega a tratarse de una comportamiento sexual, sino de una interacción social de aprender. Existe, por último, una complicada táctica reproductora que desarrollan algunos grupos de peces tropicales hermafroditas, como son los serránidos y los lábridos. Esta consiste en que las hembras de estas especies tienen la facultad de transformarse en machos.
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