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Virgen de Garabandal

Nos encontramos ante la más hermosa historia acontecida desde los tiempos en que Jesús y María habitaban entre los hombres aquí en la tierra.

¿Dónde está y qué es Garabandal?

Garabandal es una aldea aislada, de unos 300 habitantes, en las montañas del Cantábrico, al noroeste de España. Es un lugar de sobrenatural serenidad y belleza.

El 18 de junio de 1961, cuatro niñas: Conchita González, Jacinta González, Mari Loli Mazón (las tres de 12 años) y Mari Cruz González (de 11 años), jugaban en las cercanías de la aldea, cuando oyeron un sonido como de trueno. Asustadas, levantaron las cabezas para ver de dónde venía el ruido. De repente, vieron delante de ellas la hermosa figura de un Ángel resplandeciente. Tras unos breves instantes y sin haber pronunciado palabra, desapareció. Durante los días siguientes se repitieron las visitas del Ángel que, en silencio, las miraba y sonreía. Los habitantes de Garabandal comenzaron a reunirse con las niñas al caer de la tarde para rezar el rosario a la espera de la aparición.

Finalmente, el 1 de julio de 1961, el Ángel habló a las niñas y les dijo: "¿Sabéis por qué he venido? Debo anunciaros que la Virgen Santísima se os aparecerá mañana como Nuestra Señora del Monte Carmelo". Llenas de alegría, las cuatro niñas a la vez exclamaron: "¡Que venga pronto!"

El 2 de julio, fiesta de la Visitación en aquel entonces, hacia las seis de la tarde, las muchachas estaban en la "calleja", cuando la Virgen se apareció con el niño Jesús y dos ángeles. A uno de los ángeles le reconocieron como el que se les había estado apareciendo, que después fue identificado como S. Miguel Arcángel, y el otro parecía idéntico. Había más arriba, y a la derecha, un ojo que las muchachas llamaron el ojo de Dios. Sin miedo alguno, las niñas comenzaron a hablar con la Virgen. Hablaban sobre sus familias y el trabajo que hacían en casa o en los campos y la Virgen sonreía. Conchita dijo que era como si su Madre hubiera estado ausente durante un viaje y acabara de volver. Rezaron el rosario con la Virgen, y Ella les enseñaba a rezarlo bien.

Niñas de Garabandal

Cuando la Virgen dijo que se tenía que marchar, las pequeñas le insistían para que no se fuera. Ella, para consolarlas, les prometió volver al día siguiente.

Y volvería aún, no sólo al día siguiente, sino en centenares de encuentros, en ocasiones varias veces a lo largo del día y de la noche.

Las niñas sabían perfectamente cuándo iban a tener aparición, gracias a lo que ellas mismas denominaban "las llamadas". Recibían tres "llamadas", que consistían en una alegría creciente que precedía y anunciaba la aparición. A la tercera "llamada", la alegría era tan grande que salían corriendo desde donde estuvieran hacia el lugar de la aparición, llegando casi simultáneamente y donde caían repentinamente de rodillas y en trance extático.

Continua en: En agosto de 1961 comenzaron las marchas extáticas, etc... San Sebastián de Garabandal (Página externa).

- Documental -


- Documental -


- Documental -


- Documental (Fernando Jiménez del Oso) -


- Se oyó la Voz de la Virgen en los pinos -


- Único vídeo filmado dentro de la iglesia de Garabandal -


Himno de Garabandal
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Fuente: garabandal.it/es/ y YouTube
La historia de las apariciones en San Sebastián de Garabandal La historia de las apariciones en San Sebastián de Garabandal

Nos encontramos ante la más hermosa historia acontecida desde los tiempos en que Jesús y María habitaban entre los hombres aquí en la tierr...

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abril 29, 2018


Cuenta la leyenda que El Cid (Rodrigo Díaz de Vivar) había partido de Toledo con destino a la capital española para procurar la toma de la ciudad que se hallaba en manos de los árabes.

En el camino vio a un leproso que se había caído en una zanja y solicitaba socorro. El Cid se aproximó a él, y sin importarle la enfermedad infecciosa le ayudo a salir, en ese instante la imagen de ese leproso se convierte en una mujer que le afirma ser la Virgen de la Almudena (o Nuestra Señora de la Almudena) llegando a decirle entre otras muchas cosas que tomaría la villa de Madrid y le señaló por el lado que debería hacerlo.

Cuando El Cid Campeador llegó con sus huestes a la fortificación se detuvo en el lugar que le había indicado la Virgen, al poco tiempo de estar allá, una parte de ese muro se vino abajo y dejó la entrada a las tropas, y de esta manera pudo conquistar la ciudad.

En esa parte del muro que se vino abajo, había oculta una escultura de una Virgen de la Almudena. Desde aquel entonces y según nos cuenta esta leyenda viene siendo la patrona de la capital de España.


Fuente: leyendasyfabulas.com/category/europa/espana-2/burgos/
La leyenda del Cid y la Virgen de la Almudena La leyenda del Cid y la Virgen de la Almudena

Cuenta la leyenda que El Cid (Rodrigo Díaz de Vivar) había partido de Toledo con destino a la capital española para procurar la toma de la ...

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mayo 27, 2016


Establecida la existencia de la «teología popular» —subyacente espontánea e irreflejamente al catolicismo popular y a la religiosidad o piedad popular—, antes de intentar diseñar la teología mariana precientífica del catolicismo popular latinoamericano, es necesario caer en la cuenta de la complejidad que encierra el término tan comprensible «la Virgen María», para podernos preguntar posteriormente a qué María se refiere nuestro pueblo cuando le expresa su devoción y su fe.

Podemos distinguir cuatro aspectos en la «Virgen María»

La María de la historia, la María de la fe pascual neotestamentaria, la María de la Iglesia magisterial y científica —definida por actos del magisterio, y reflexionada por los teólogos—, y la María de la piedad de la Iglesia y de las Iglesias Particulares, que se abre en una inmensa variedad de denominaciones e historias diversificadas en casi todos los lugares de la tierra.

La María de la Historia

María queda incorporada a la fe de la Iglesia por un acontecimiento histórico humilde y fundamental: por ser la madre de Jesús, la madre del Jesús de la historia, como se dice actualmente en las nuevas reflexiones exegéticas y teológicas. A ella alude 5. Pablo en un notorio y notable texto (Gal. 4, 4), sin embargo curiosamente sin designarla por su nombre, a pesar de que parece conocer por sus nombres a la familia y a los «hermanos de Jesús» (1 Cor. 9, 5; Gal. 1,19).

Los datos consignados en los Evangelios y en las Actas de los Apóstoles son elementales y coherentes con el conjunto de la vida de Jesús.

Es una mujer israelita, domiciliada en Nazaret y casada con un hombre llamado José (Mc. 6, 1-4; Lc. 4,16-22). Se habla de sus parientes, en repetidas ocasiones; se la reconoce como la madre de Jesús, sin embargo y llamativamente se subraya que José no era el padre natural de Jesús, no obstante las suspicacias sociales que podían suscitarse frente a esta afirmación (Mt. 1, 18-19).

El sector social al que pertenecía queda acertadamente establecido tanto por el sitio ordinario de su residencia —Nazaret—, como por el oficio del propio Jesús —tékton—, lo que en su día les hará decir a los vecinos del pueblo: «¿Qué saber le han enseñado a éste, para que tales milagros le salgan de las manos?» (Mc. 6, 2). María era una mujer de muy modesta condición, perteneciente al ambiente popular de su época.

Virgen MaríaDentro de esa modestia social, aparece encuadrada tanto en el sistema político como en el socio-cultural de los tiempos de Jesús. Así se muestra cumpliendo las leyes imperiales (Lc. 2,1-5) y, como buena israelita, se desposa (Lc. 1,27; Mt. 1. 18), circuncida al niño al Octavo día (Lc. 2, 21), lo presenta en el templo con la ovación de los pobres (Lc. 2, 22-24), peregrina con su familia a Jerusalén con motivo de las fiestas de la Pascua (Lc. 2, 41).

En el Evangelio se transparenta un razonable desconcierto de la María histórica frente a su hijo. Es un desconcierto que parece haberse iniciado en la misma niñez, dado que, como atestigua Lucas, con ocasión del acontecimiento en el templo, los padres «no comprendieron lo que quería proclamar (Jesús) (...). Su madre conservaba en su interior el recuerdo de todo aquello» (Lc. 2, 50-52). Durante los años de la vida pública, María se encontraba en medio de una familia, la familia de Jesús, que no entendía el nuevo camino emprendido por él, tanto que intentaban los parientes echarle mano «porque decían que no estaba en sus cabales» (Mc. 3,20-21. 31-35; Jn. 7, 3-5). María aparece silenciosa, acompañando a los parientes en la búsqueda de Jesús.

El Evangelio de Juan ha dejado el manifiesto de que María, la madre de Jesús, acompañó a su hijo en su sufrimiento y en su muerte al pie de la cruz (Jn. 19, 25).

Un último recuerdo de la María histórica ha quedado recogido en las Actas de los Apóstoles: la convivencia de María con los discípulos de Jesús, inmediatamente después de su muerte: «Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, además de María la madre de Jesús y sus parientes» (Act. 1, 14). Ahí terminan los datos biográficos de María, de la María histórica. Datos sencillos, sobrios, coherentes, alejados de toda insinceridad.

La María de la fe pascual del Nuevo Testamento

Los modestos datos de la María de la historia aparecen incrustados en la María de la fe que nos presentan los documentos del Nuevo Testamento y, de una forma especial, los Evangelios. La María de la fe es otra amplitud de María, la de mayor trascendencia. Y la María de la fe del Nuevo Testamento se constituye en regla esencial de referencia de toda la Mariología.

De hecho, el afán por María se organiza con motivo del evento de la resurrección del Señor, dada la relación de maternidad entre María y Jesús. La madre del Jesús de Nazaret aparece igualmente como la madre del Cristo Resucitado, quedando incorporada a un universo nuevo de fe, de verdad y de significaciones, lo que permite una nueva comprensión de la persona, de la maternidad y de la historia de María.

La María de la fe, y la teología neotestamentaria de la María de la fe, no originan una región autónoma mariana en las comunidades neotestamentarias. Forma parte de una globalidad, cuyo centro incuestionable es Jesucristo, sin embargo se encuentra conectada con El por un vínculo privilegiado y único: el de la maternidad y filiación. Por esa razón, es evidente que la nueva comprensión de María se realiza desde el punto de vista del Resucitado, de tal modo que el Cristo de la fe penetra vitalmente la realidad de su madre, la llena de significación «Pascual», originando el nacimiento de la María de la fe.

El fulcro sobre el que gravita la María de la fe es, a mi parecer, la nueva comprensión de la maternidad y del parentesco desde el Cristo Resucitado. Sin desmentir ciertamente la dimensión biológica y humana que supone la maternidad, sin embargo, la maternidad queda constituida esencialmente, con relación al Cristo, en oír y amar la palabra de Dios (Lc. 11, 28), y en obedecer la voluntad de Dios (Mc. 3, 35). De esta modo, la fe en el Cristo resucitado hace descubrir a la comunidad neotestamentaria en la madre de Jesús a la creyente María, sin embargo no con una fe extrapuesta a su maternidad humana, sino invadiéndola en su raíz más profunda, llenándola de un nuevo significado, constituyéndola en la madre del Cristo, en su más pleno sentido. Aquí creo que nos encontramos con la esencia para la reseña de la María que aparece en los capítulos de Mateo (caps. 1-2) y Lucas (caps. 1-2) referentes a la niñez del Señor, y en los teológicos de Juan referentes a las bodas de Caná (2, 1-11), y a la escena de María al pie de la cruz (19, 25-27).

Tres pasajes merecen una mención especial: el de la Anunciación (Lc. 1,26-38), el de Magnificar (Lc. 1,46-55), y el de la Cruz (Jn. 19, 26-27).

En el pasaje de la Anunciación, María se manifestación corno la creyente que acepta ser madre del Cristo, inclusive por los sorprendentes caminos de la concepción virginal. Es la mujer elegida por Dios para una especialísima misión, como los antiguos profetas, misión que consciente, libre y fiducialrnente acepta.

En el Magníficat se descubre toda la interioridad de María. Su maternidad mesiánica se traduce en una conciencia de ser especialmente salvada y liberada por Dios en su deshonra, constituyéndose en la primera evangelizadora —no sólo en sentido cronológico, sino marcadamente cualitativo— de la liberación de Dios, por Cristo, de los humildes y de los hambrientos.

Virgen MaríaEn la escena de la cruz, su maternidad personal del Cristo se introduce en la nueva casa fundada por su Hijo, la Iglesia, quedando aposentada en ella como Madre de la nueva familia, significada por Juan, que comienza a descubrirla como a su Madre: Madre de Jesús y Madre de los fieles, en la casa de su hijo, por ser la Madre del Cristo.

Es interesante apreciar que en ninguno de los tres pasajes se deforma la verdad histórica de María: doncella modesta de Nazaret en la Anunciación; prima visitando a su pariente Isabel en el Magníficat; y madre impotente del ajusticiado junto a la cruz. En la modestia de esa vida histórica se abre la María de la fe, la Madre del Cristo Resucitado.

Pero si la fe pascual de la primitiva Iglesia en todo momento sigue afirmando la modestia histórica de la María de la historia, al mismo tiempo asocia a la María Pascual al nuevo ámbito del Cristo Resucitado, Glorioso y Victorioso, que intercede por nosotros ante el Padre. Y la asocia de una forma exclusiva y justificada como Madre Pascual, con expresiones muy significativas, tanto en la narración de la Anunciación como en las bodas de Caná y en la escena del Calvario.

Aquí encontramos los fundamentos del posterior desarrollo de la fe mariana de la Iglesia.

La María de la Iglesia Magisterial y Teológica

Las afirmaciones sobre la María Pascual en el Nuevo Testamento se despliegan paulatinamente en amplitud y hondura en la fe católica de la Iglesia, originando los dogmas marianos que profundizan la Maternidad Pascual de María, y colaboran hasta en la comprensión del ser y del poder del Cristo Salvador Resucitado, ya que maternidad pascual es la plenitud de la fe y de la salvación, dado el nuevo concepto de maternidad inaugurado por Cristo en la comunidad neotestamentaria.

Así la maternidad de Jesús y la maternidad de Cristo llegan a la cumbre de su comprensión cuando en el Concilio de Éfeso (a. 431) se define a María, frente al reduccionismo nestoriano, como Madre de Dios, dejando definitivamente establecida en la fe de la Iglesia la unicidad de la persona divina de Cristo y la verdad de su ser histórico y humano frente a todo tipo de docetismo ahistórico.

Desde los mismos testimonios neotestamentarios, la maternidad pascual de María aparece vinculada con su virginidad, que desde el siglo IV en la confesión de fe de Epifanio se cualifica intencionadamente a María como la Siempre-Virgen (Dz. 13), que se desdoblará desde el Sínodo de Letrán (a. 649) en los tres momentos, «antes, en y después del parto». Independientemente de la grandeza histórica de la maternidad-virginal de María, la fe de la Iglesia en dicha virginidad implica una profundización en el misterio de la maternidad fiducial y pascual de María, ya que la virginidad, en el contexto pascual en el que escribe Pablo, se define como un exclusivo preocuparse de los asuntos del Señor, para dedicarse a El en cuerpo y alma (1 Cor. 7, 32-34). Por eso María, en la fe de la Iglesia, es la Madre-Virgen, la Siempre-Virgen, o sencillamente la Virgen, en la que el sentido pascual de la virginidad se realiza por magnificencia en su fe maternal.

Con dilación de siglos se abre en la Iglesia la conciencia de la Concepción Inmaculada de María —definida por Pío IX en 1854—, y de su Asunción corporal en la gloria celeste —solemnemente declarada como dogma por Pío XII en 1950—. Son dos dogmas que localizan integralmente la realidad de la Virgen-Madre en el universo pascual del Cristo Resucitado, que permitirá después a Pablo VI proclamarla como Madre de la Iglesia, incorporada, sin duda, por su Hijo en la casa exclusivamente fundada por El, pero aposentada en ella como la Madre del Cristo-Fundador y de todos los miembros de la nueva familia.

La María de la fe de la Iglesia aparece, de esta forma, como el testigo cualificado de la actividad salvífica de Cristo en el mundo, transparencia evangelizadora del rostro maternal-misericordioso de Dios.—rahamim y hesed, dirá el hebreo—, tipo y modelo de la Iglesia y del cristiano, con la fuerza salvífica de quien, redimido por Cristo, continúa buscando con El a la oveja perdida, al mismo tiempo que se preocupa eficazmente de los hambrientos, de los desnudos, de los encarcelados y de los enfermos, conforme a las exigencias del mismo Jesús expresadas en el capítulo 25 de San Mateo. Pero, en la fe de la Iglesia, siempre hay una referencia primordial a la María-Viva junto al Cristo-Vivo como miembro privilegiado y divino de su Cuerpo.

Las corrientes teológicas en Mariología han sido múltiples a través de la historia, aunque principalmente se pueden considerar desde tres perspectivas, que modelan diversas imágenes de María.

En primer lugar, existen unas Mariologías Cristológicas y otras Eclesiológicas, según que María sea estudiada acentuando y subrayando su relación con Cristo o con la Iglesia.

Virgen MaríaEn segundo lugar, aparecen las Mariologías Maximalistas y las Minimalistas. Las primeras se desarrollan bajo la fuerza del viejo adagio «de María numquam satis», mientras que las segundas, por diferentes motivos, quieren eludir la impresión de que «junto al camino, la obra y los títulos honoríficos de Jesucristo, existen otro camino paralelo, otra obra y otros títulos honoríficos análogos propios de María», como decían los teólogos protestantes de la Universidad de Heidelberg en 1950, en su «Juicio Evangélico acerca de la enunciación del dogma de la asunción corporal de María».

Por último, se han desarrollado la Mariología de los Privilegios y la Mariología de la Misión-Servicio. La primera ha encontrado su sitio propicio en con textos de Cristiandad y en ambientes socialmente dominados por la aristocracia. La segunda corriente comienza a tomar su fuerza en un mundo pluralista en que la Iglesia, subrayando su original vocación de levadura misionera, se define a sí misma como «servidora» del mundo.

La María de la piedad de la Iglesia y de las Iglesias

Si la María de la Historia es única y con reducidos años de existencia durante el siglo 1, la María de la piedad de la Iglesia y de las Iglesias Particulares es múltiple y diversificada, con profundidad de siglos y con facultad de multiplicarse novedosamente con una nueva imagen, con una nueva advocación o con una nueva devoción.

Cada María de la piedad de la Iglesia tiene su propia historia. Con frecuencia es una historia larga, compleja y que promueve una constelación específica de historias, como sucede con las advocaciones más tradicionales de Nuestra Señora del Carmen o de Nuestra Señora del Rosario, e igualmente con advocaciones recientes, como son las de Lourdes y Fátima.

Cada una de estas Marías es una historia de la fe de los creyentes en María; sin embargo, al mismo tiempo, siempre se expresa como una nueva historia de la María-Viva, que vive igualmente en la fe de su pueblo.

Es sencillo ahora observar la complejidad que se oculta detrás de ese nombre tan sencillo: «La Virgen María». Por ese razón queda justificada nuestra pregunta sobre cuál de las Marías es la que subyace en la teología mariana. Incluso, brevemente, hemos propuesto los puntos de referencia en orden a un discernimiento sobre la Virgen María de la religiosidad.

- ¿Quién es para ti la Virgen María? -


- ¿Quién es la Virgen María? -


- ¿Quién era la Virgen María? (Niños) -



1º vídeo: hermanaclare.com
Fuente: mercaba.org/FICHAS/Relat/mariologia_popular_02.htm
¿Quién es la Virgen María y qué aspectos podemos distinguir de ella? ¿Quién es la Virgen María y qué aspectos podemos distinguir de ella?

Establecida la existencia de la «teología popular» —subyacente espontánea e irreflejamente al catolicismo popular y a la religiosidad o pie...

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junio 20, 2015

El Secreto de los ojos de la Virgen de Guadalupe

Virgen de Guadalupe
Según varios estudiosos y hombres de ciencia que han inspeccionado la imagen se pueden observar reflejadas, en ambos ojos y en el sitio preciso en que se reflejarían en un ojo humano vivo, algunas figuras que han sido extensivamente analizadas y parecen hacer referencia a la forma y tamaño de figuras humanas localizadas enfrente de la imagen.

En 1929, Alfonso Marcué, quien era el fotógrafo oficial de la antigua Basílica de Guadalupe en la ciudad de México, descubrió lo que parecía la clara imagen de un hombre con barba reflejada en el ojo derecho de la Virgen. Al principio no podía creer lo que estaba viendo: cómo podía ser?, Un hombre con barba dentro de los ojos de la Virgen de Guadalupe?. Pero después de varias inspecciones de sus fotografías en blanco y negro de la imagen ya no tuvo mas dudas y decidió que era momento de notificar a las autoridades de la Basílica. Así lo hizo, y le fue indicado que guardara completo silencio sobre el hallazgo, algo que Marcué cumplió al pie de la letra.

Unos 20 años después, el 29 de mayo de 1951, el dibujante mexicano José Carlos Salinas Chávez, después de analizar la cara de la imagen, redescubre la imagen de lo que parece ser un busto humano reflejado en el ojo derecho de la Virgen, y posteriormente también en el ojo izquierdo.

Desde entonces, mucha gente ha tenido la ocasión de examinar de cerca los ojos de la Virgen en la tilma, incluyendo mas de 20 médicos oftalmólogos.

El primero fue el renombrado médico oftalmólogo mexicano Dr. Javier Torroella Bueno, el 27 de marzo de 1956. En lo que constituye el primer reporte emitido por un médico sobre los ojos de la Virgen, él certifica la presencia del triple reflejo (Efecto de Samson-Purkinje) típico de todo ojo humano normal vivo y afirma que las imágenes resultantes se ubican perfectamente donde deberían estar según el citado efecto, y además añade que la distorsión de las imágenes concuerda exactamente con la curvatura de la córnea.

Ojo de la Virgen de Guadalupe

Ojo de la Virgen de Guadalupe

Ese mismo año otro oftalmólogo, el Dr. Rafael Torrija Lavoignet, examinó los ojos de la imagen ya con mas detenimiento y con la utilización de un oftalmoscopio. El Dr. Lavoignet reportó la posible figura humana en las córneas de ambos ojos, con la localización y distorsión propias de un ojo humano normal, notando incluso una inexplicable apariencia "viva" de los ojos al ser examinados.

Varias otras inspecciones de los ojos han sido realizadas por médicos oftalmólogos después de éstas iniciales. Con mayores o menores detalles todas concuerdan en general con las dos primeras aquí expuestas.

Imágenes descubiertas en el ojo derecho de la Virgen mediante análisis digitales Según Dr. Tonsmann, de izquierda a derecha puede hallarse a un "indio sentado", "obispo Zumárraga", "traductor", "Juan Diego mostrando la tilma" y abajo "grupo familiar".

Una nueva y fascinante clase de estudio e investigación de los ojos de la Virgen realizada en 1979, por el Dr. José Aste Tonsmann, un graduado de la Universidad de Cornell trabajador de la compañía IBM en procesamiento digital de imágenes, al digitalizar ésta a alta resolución pudo obtener una gran resolución de la cara de la Virgen tomada directamente de la tilma original.

Después de procesar las imágenes de los ojos por diversos métodos para suprimir "ruidos" y enfatizar los detalles el Dr. Tonsmann realizó lo que serían unos increíbles descubrimientos: no solamente era rotundamente patente en ambos ojos el busto humano, sino también por lo menos otras cuatro figuras humanas que eran igualmente visibles en ambos ojos.

El Dr. Aste Tonsmann publicó sus últimos estudios efectuados sobre los ojos en la tilma con completos detalles y fotografías, fruto de su investigación. Quizás uno de los aspectos mas fascinantes de su trabajo es su valoración de que Nuestra Virgen de Guadalupe no solo nos dejara su imagen impresa como evidencia de su aparición sino incluso ciertos mensajes que permanecieron escondidos en sus ojos para ser revelados cuando la tecnología permitiese descubrirlos y en el tiempo en que fueran mas necesarios.

Este sería el hecho de la imagen de una familia presente en el centro de los ojos de la Virgen, en momentos en que la Familia se encuentra evidentemente frente a serios ataques en nuestros días. La imagen de varias figuras humanas que parecen constituir una familia, incluyendo varios niños y un bebé llevado en la espalda por su madre, algo bastante normal en el Siglo XVI, aparece en el centro de la pupila de la Virgen, como centro de su mirada, algo que se puede apreciar en la excelente imagen del ojo derecho resaltando la familia, mostrada gentilmente por el Dr. Aste Tonsmann.

- Vídeo -


- Repintes en la Sagrada Tilma -



Fuente: sancta.org/eyes_s.html
El Secreto de los ojos de la Virgen de Guadalupe El Secreto de los ojos de la Virgen de Guadalupe

Según varios estudiosos y hombres de ciencia que han inspeccionado la imagen se pueden observar reflejadas, en ambos ojos y en el sitio prec...

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enero 02, 2011
 

 

Pedro Luis Cenzano Diez (Administrador)
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