Dos disparos en la noche
Hasta ese instante, una mezcla de fortuna y habilidad, más la protección que el régimen proporcionaba a las familias pudientes, evitaron el ingreso de Jarabo en prisión, pero la situación estaba a punto de cambiar.
Enterado el marido de Beryl de su infidelidad, le solicitó que le devolviese una sortija valorada en 200.000 pesetas y que había sido empeñada por Jarabo en el negocio de empeños donde acudía regularmente, la casa de compraventa Juster, situada en la calle Alcalde Sainz de Baranda y regentada por Féliz López Robledo, de 42 años de edad, y Emilio Fernández Díez, de 45.
Los intentos de Jarabo por recuperarla mediante engaños fueron infructuosos y cuando el plazo de recompra expiró, su mente ideó un plan donde quedaría plasmada su auténtica personalidad. En este punto, una aclaración. Los datos que aparecen a continuación se conocieron a través del testimonio de propio Jarabo en el juicio al que fue sometido y por las declaraciones de testigos e implicados en el caso.
Durante días, el otrora niño rico siguió a los dos socios en sus pasos cotidianos, estudiando sus horarios, salidas y entradas del establecimiento. Así averiguó que Emilio vivía con su mujer, María de los Desamparados Alonso, y que ambos tenían una empleada doméstica, Paulina Serrano, de 26 años, que acudía diariamente a limpiar el domicilio. En lo relativo a Félix, éste convivía también con una pareja, Ángeles Mayoral.
La treta de Jarabo consistía en asesinar a los cinco para no dejar ninguna pista de su presencia o testigos que pudieran incriminarle. En la noche del 19 de julio se presentó en la casa de Emilio, en la calle Lope de Rueda. Lo hizo entre las 21:00 y las 21:10. Para no dejar huellas de su presencia se sirvió de los codos y de las falanges de los dedos para manipular el ascensor, incluso llamó al timbre con la uña del pulgar derecho. En aquel tiempo la dactiloscopia estaba en pleno auge y Jarabo conocía perfectamente la necesidad de no tocar los objetos con los dedos.
La criada acudió a la llamada y en cuanto fue invitado a entrar, Jarabo la agarró por la espalda tapándole la boca con una mano. Después, agarró un cuchillo de la cocina y se lo clavó en el corazón, arrastró el cadáver hasta la habitación de servicio y agazapado esperó a su siguiente víctima. Varios minutos más tarde fue Emilio quien entraba en la casa. Cuando fue al baño para lavarse, Jarabo le asaltó desde su escondite, le tiró al suelo y sin mediar un segundo le descerrajó un tiro en la nuca con su pistola F.N. de 7,65 mm.
Parece ser, y así lo dijo Jarabo en el juicio posterior, que había elegido esa forma de matar porque con 13 años había observado cómo los milicianos de una checa libertaria ejecutaban a los prisioneros en el jardín de la casa familiar, en la calle Arturo Soria, disparándoles en la nuca durante la Guerra Civil. Y tan efectivo le pareció el procedimiento, que no dudó en ponerlo en práctica.
Como esta segunda muerte le había manchado la camisa, cogió una del muerto y se la puso. Hacia las 23:00 horas la puerta se abrió nuevamente para dejar entrar a Amparo. Jarabo se la encontró frente a frente y tras una brevísima persecución, aprovechó un resbalón de ésta para dispararle en la nuca.
Garrote Vil
Consumada la primera parte del plan, decidió quedarse el resto de la noche con los tres cadáveres para evitar encontronazos en la escalera con posibles vecinos. Durante esas horas registró el domicilio, apropiándose de varias joyas, dinero y de los pasaportes. Además, modificó la escena del crimen para hacer creer a los policías que allí se había celebrado una fiesta y que a uno de los invitados se le había ido la mano con los anfitriones. Jarabo era lo que el FBI describe hoy como un asesino organizado, ya que intentó ocultar el rastro de su presencia en la escena del crimen, desviando la atención de los investigadores.
A las 09:00 horas de la mañana siguiente, ya domingo, abandonó el domicilio por la puerta de servicio con su ropa manchada de sangre y los dos casquillos en una bolsa.
Detenido por su vanidad
Durante ese domingo, Jarabo vio una película de cine en sesión matinal, comió en un restaurante oriental y llamó por teléfono a casa del otro socio. Contestó su mujer:
–No, no está Félix– le dijo ella.
–Soy Morris. Es que no pude ir el sábado y tengo que resolver unos asuntos con él. Dile que le veré mañana.
La fortuna continuó sonriéndole durante unas horas más, las necesarias para entrar en el local de empeños con las llaves robadas a Emilio, esperar a que el otro socio, Félix López, entrase a eso de las 9:40 y matarle de dos balazos en la nuca. La sangre volvió a salpicarle, obligándole a vestirse con uno de sus propios trajes que había en la trastienda y que empeñó tiempo atrás. Acto seguido, llamó a la pareja de su última víctima.
–Ángeles, soy Morris. Estoy tratando de hablar con Félix por teléfono pero me comunica. ¿Sucede algo?
–No lo sé. Félix salió hace veinte minutos. Voy a ver –contestó ella.
Con tremenda argucia, Jarabo había dejado descolgado el teléfono del negocio para que la mujer viniese a comprobar qué sucedía y matarla también a ella, pero Ángeles reaccionó de un modo que le salvó la vida y sentenció a Jarabo. Acudió a la casa de Emilio y al no obtener respuesta regresó a la suya. Pasarían unas cuantas horas hasta que, preocupada, acudiría a la tienda para descubrir el cuerpo sin vida de su compañero.
El Jarabo y su familia
Cuando eso sucedió, hacía ya tiempo que Jarabo había abandonado el local harto de esperar. Eso sí, con varios objetos valorados en unas 350.000 pesetas de la época. Fue entonces cuando Jarabo realizó uno de esos actos absurdos que tanto intrigan a los policías y criminólogos. Y es que, después de haber recogido los casquillos de bala y asegurarse de que nadie le veía abandonar las dos escenas, acudió a la tintorería Julcán, sita en la calle Orense, donde entregó las ropas ensangrentadas para que se las limpiasen. ¿Se consideraba Jarabo invencible y por eso actuó de este modo tan imprudente? Seguramente sí.
El inspector de policía encargado de la investigación, Antonio Viqueira, no tardó en relacionar el nombre de “Morris” con la descripción de Jarabo, muy conocido en los bajos fondos. Además, el martes 22 de julio había amanecido con la noticia del cuádruple asesinato en todos los periódicos y boletines radiofónicos. Entre estos diarios destacó el semanario El caso. Nació el 11 de mayo de 1952, con la vocación de relatar los crímenes y desgracias más impactantes de la posguerra. Aun así, la censura le obligó a mencionar únicamente un asesinato por semana para no dar una imagen demasiado negativa en el exterior de España. Por supuesto, aquella semana y las venideras, el caso elegido fue el de Jarabo. De hecho, este episodio le supuso a El caso vender más de medio millón de ejemplares semanales.
Con tal expectación, no es extraño que los dueños de la tintorería Julcán se preguntaran si aquellas ropas manchadas de sangre tendrían algo que ver con el caso. Para disipar dudas llamaron a la Policía, que sólo tuvo que esperar a que Jarabo fuera a recoger los trajes para detenerlo.
Un juicio muy mediático
Hoy resulta casi imposible sentir la expectación que el caso de Jarabo despertó en la sociedad española. Basta decir que a su juicio, iniciado el 29 de enero de 1959 en la Audiencia Provincial de Madrid, acudieron cientos de personas que tuvieron que hacer cola a diario para poder entrar a las vistas. Entre ellos, los periodistas encontraron a toreros, cantantes y, sobre todo, a muchas mujeres, atraídas por las fotos y el aura de virilidad que acompañaba a Jarabo.
Las pruebas en su contra eran tan consistentes, que los esfuerzos de la defensa se centraron en demostrar que Jarabo era un psicópata y que, por tanto, no debía considerársele responsable de sus actos. El fiscal Ferrer Sama intentó también demostrar la psicopatía del acusado, pero para sustentar que Jarabo era totalmente responsable de sus actos, ya que supo en todo momento diferenciar el bien del mal.
La disquisición no era baladí. Estaba claro que Jarabo sufría de psicopatía, pero si el juez consideraba a ésta como agente eximente, sentaría una importante jurisprudencia para futuros casos. Y es que aquel fue el primer juicio en el que salió a colación el término psicopatía. El franquismo, como otros regímenes semejantes, defendía la tesis de que en su sociedad no podían existir personas mentalmente degradadas y que eso sólo era propio de regímenes comunistas.
Afortunadamente, el juez Antonio Ochoa se informó bien y supo que, en Estados Unidos, la Asociación de Psiquiatría Americana había elaborado en 1952 el primer Manual de Trastornos Mentales, conocido como DSM –hoy ya contamos con el DSM IV–, en el que recogía la psicopatía como una alteración de la conducta de origen desconocido, pero que en ningún caso era una enfermedad. Es decir, que Jarabo actuó en todo momento siendo consciente del alcance de sus crímenes. Así, apoyándose en la declaración de varios peritos psiquiatras y en las palabras del político francés Eugene Schneider, asegurando que “el mejor tratamiento para un psicópata desalmado es el cadalso”, sentenció a Jarabo a cuatro penas de muerte.
La ejecución tuvo lugar en la madrugada del 4 de julio de 1959 en la prisión provincial. Fue por garrote vil, siendo Jarabo el último ajusticiado por la jurisdicción ordinaria en la historia de España. Las crónicas aseguran que tardó más de veinte minutos en morir, ya que el verdugo, un hombre enjuto y que acudió borracho, no tuvo la fuerza suficiente para partir el cuello musculoso del condenado, abocándole a una agónica muerte por asfixia.
Curiosamente, el pueblo no creyó la muerte de Jarabo, circulando el rumor por Madrid de que su abuelo, antiguo miembro del Tribunal Supremo, había intercedido por él ante el mismísimo general Franco. Y fue tanta la insistencia popular, que antes de su entierro un mando policial ordenó abrir el ataúd para que los periodistas fotografiasen el cadáver de quien tanto temor y asombro había causado en aquella sociedad. No hubo dudas, aquel cadáver era el de Jarabo.
- Vídeo -
Postdata: El Jarabo, fue el último condenado, y ejecutado en España por el garrote Vil, por delito común.
Historia de Iberia vieja
Fuente: archivo PDF

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