Tras el descubrimiento de América en 1492, Cristóbal Colón, realizó tres viajes más en los siguientes diez años. El cuarto y último viaje a las américas sería para explorar las costas americanas, momento en el que Colón y su tripulación se encontrarían en una situación un tanto delicada; Aunque Colón, haciendo uso de sus conocimientos de astronomía, logró engañar a los nativos, consiguiendo salvarse a sí mismo y a sus hombres.
Colón, que en aquel tiempo ya contaba con 51 años y una artritis a cuestas, partió con dos carabelas, la Capitana y la Santiago, además de dos naos, el Gallego y el Vizcaíno. Sin embargo, el 25 de junio de 1503 y debido a un ataque de carcoma en la flota se vio obligado a abandonar dos de los barcos y a arribar la costa de la isla, hoy conocida como Jamaica. En un principio, los nativos dieron la bienvenida a la flota, ofreciéndoles alimento y cobijo, aunque a medida que pasaba el tiempo las tensiones iban en aumento. Tras seis meses de estancia, y después de un rifirrafe, algunos hombres de la tripulación mataron a unos nativos. Después de esto los indígenas les negaron la comida, el hambre y la venganza estaba empezando a aflorar, por lo que Colón tuvo que idear un plan.
Consultó el libro del matemático y astrónomo alemán Johannes Müller von Königsberg (), y vio que el siguiente eclipse lunar sucedería el 29 de febrero de 1504. Conociendo esto, tres días antes del eclipse, Colón le pidió al líder de los indígenas que se reuniese con él para informarle de que el Dios cristiano estaba enormemente enojado con ellos, y que sufrirían las "consecuencias" sobre lo ocurrido. Así que, para mostrar su enfado, en tres días "las llamas de la ira" harían desaparecer la luna del cielo.
De hecho y según dijo Colón, así ocurrió. El eclipse se empezó a hacer visible y la "luna sangrienta" hizo su aparición. Según dijo el hijo del navegante, los nativos se encontraban inmersos en tal terror que de inmediato pidieron a Colón que "se pusiese en contacto con Dios" para devolver a la luna a su tamaño original.
Entonces Colón muy astutamente se encerró en una cabaña durante unos 50 minutos, aparentando que estaba hablando con el altísimo. Usó su reloj de arena para registrar las fases del eclipse y, en el momento justo antes de que éste llegara a su fin, les anunció que Dios estaba de acuerdo en "devolverles" la luna. Así fue como los nativos agradecidos por lo que Colón hizo les alimentaron y ayudaron hasta su partida por el Caribe el 29 de junio de 1504. Una vez más, el conocimiento le había ganado la batalla a la superstición.
Fuente: hdnh.es

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