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Guerra Civil Española

Con la llegada a España de la II República, el número de personas que disponía de un aparato receptor creció y la audiencia de este medio se multiplicaba día tras día. Además, durante esta época fueron surgiendo un gran número de emisoras de radio locales, que engancharon a muchas personas a lo largo de todo el territorio español.

Sin embargo, con el estallido de la Guerra Civil en España, el 18 de julio de 1936, las cosas empezaron a cambiar considerablemente. La radio se destapó como un gran medio de propaganda política que fue utilizado por los bandos combatientes para emitir sus particulares discursos (el General Franco hablando a las tropas).

La implantación de una nueva dictadura, encabezada por el General Francisco Franco, supuso una larga temporada de dominio político sobre el sistema radiofónico. El 19 de enero de 1937, poco antes de que acabara la Guerra Civil, se creó Radio Nacional de España, a la que se le otorgaría el monopolio de la información en España, gracias a la promulgación, un año antes, de la Ley de Prensa, que estaría en vigor hasta el año 1966. Además, la entonces Unión Radio se transformó en lo que conocemos actualmente Cadena Ser (Sociedad Española de Radiodifusión).

La entrada de las tropas nacionales en Cataluña supuso la desaparición de la radio en habla catalana, incluida la EAJ-15, Radio Asociación de Cataluña. A partir de ese momento la Falange sería la responsable de los espacios que se emitían en las ondas radiofónicas.

Esa situación desembocó nuevamente en la instauración de la censura (la Ley de Prensa así lo establecía), o lo que era lo mismo, las radios no podían programar nada que el poder político no hubiese supervisado. Los censores se ocupaban de revisar los guiones para que nada inapropiado se les escapara, al tiempo que las radios comerciales, al igual que las privadas, estaban obligadas a conectar siempre con Radio Nacional de España (RNE) para emitir los servicios informativos que elaboraba esta red gubernamental y que se conocían con el nombre de "El parte", debido a que durante los años de la guerra, el espacio informativo por antonomasia era, precisamente, el parte de guerra. Las estaciones distintas a RNE sólo podían elaborar las noticias comarcales y locales, pero siempre bajo la supervisión de las autoridades competentes.

Mientras esto sucedía en nuestro país, en Europa se desencadenó la II Guerra Mundial. Esta circunstancia obligó a transformar la radio -al igual que ya había sucedido en nuestro país poco antes-, en un arma de propaganda política que utilizaban ambos bandos para informar de los avances de la contienda.

Radio antigua

Sin lugar a dudas, en ese momento la información radiofónica era un baluarte importante que había que cuidar y vigilar, pero la radio también era un medio de entretenimiento al que recurrían las familias españolas para pasar sus escasos ratos de ocio. Empezaron a surgir las radionovelas, que, años más tarde, sobre todo en las décadas de los años 50 y 60, se convertirían en un auténtico éxito. Para que nos entendamos, se trataba de un género parecido a los actuales culebrones de la TV, pero en versión radiofónica.

Llegados los años 40, más exactamente en 1942, el gobierno creó la primera red de ámbito estatal, la Red Nacional de Radiodifusión (REDERA). Hasta ese momento, el sistema estaba conformado por tres tipos de emisoras, por llamarlo de alguna manera: las estaciones locales, que tenían poca potencia, las comarcales (de las cuales la mayoría pertenecían a lo que es hoy la SER) y, por último, las que estaban dentro de la Sociedad Nacional de Radiodifusión, o lo que es lo mismo, las de RNE, y las del FET y de las JONS (Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista).

Esta década de los 40 supuso también grandes avances técnicos para los profesionales de la radio. En 1948, apareció la cinta magnetofónica, lo que favorecería en gran medida la mejora en la producción de programas.

Durante esos años, el número de aparatos de radio no dejaba de crecer, siendo España uno de los países de Europa que más radios tenía por habitante. En concreto, y según los datos de la Unesco, en el año 1955 ya había un receptor por cada 90 ciudadanos, o, lo que es lo igual, 2.717.000 receptores de radio distribuidos por todo el territorio nacional. Pero si los receptores aumentaban, también lo hacía el número de emisoras que emitían, especialmente las vinculadas política o ideológicamente al gobierno de Franco.

Así, en 1954 se constituyó oficialmente la cadena REM (Red de Emisoras del Movimiento); en 1957 también se creó la Cope (Cadena de Ondas Españolas Populares) y cuatro años más tarde, en 1961, surgiría también la Ces (Cadena de Emisoras Sindicales.)


Fuente: recursos.cnice.mec.es
La Guerra Civil en España y su estrecha relación con la radio La Guerra Civil en España y su estrecha relación con la radio

Con la llegada a España de la II República, el número de personas que disponía de un aparato receptor creció y la audiencia de este medio...

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agosto 26, 2015

Campo de concentración de Miranda de Ebro

Entre el 17 y 18 de julio de 1936, varios mandos del ejército dieron un golpe de Estado contra el gobierno de la II República Española, lo que desencadenaría en una cruenta Guerra Civil. Durante el primer año de la guerra, las cárceles se llenaron de presos políticos y prisioneros, en este sentido el 5 de julio de 1937, el General Franco dispuso desde el Gobierno de Burgos, la creación de campos de concentración para confinar a los prisioneros republicanos.

Por su privilegiada ubicación geográfica y sus excelentes comunicaciones, la ciudad de Miranda de Ebro sería una de las ciudades que albergarían prisioneros de guerra. Para tales fines, en los primeros meses de la contienda se utilizó temporalmente el recinto de la plaza de toros. Posteriormente, sobre una superficie de 42.000 m2 pertenecientes a la empresa Sulfatos Españoles, S.A. se construyó el Campo de Concentración de Miranda de Ebro, muy cercano al río Bayas y al ferrocarril.

Las instalaciones del Campo de Concentración eran muy precarias, ya que se había construido de una forma rudimentaria con materiales abandonados de un circo; los prisioneros dormían en el suelo, al hambre y al frío habían que añadirle las condiciones de insalubridad del recinto donde gran parte de los prisioneros contraía diversas enfermedades como: cólera, sarna, tifus... y sobre todo piojos.

Campo de concentración de Miranda de Ebro

"A partir de agosto de 1938, se edificaron nuevos barracones, mejor construidos que los anteriores y formando dos hileras de quince barracones cada una, así mismo el campo estaba rodeado de alambradas de espino y vigilado por centinelas cada cincuenta metros, utilizándose el modelo alemán y bajo la dirección de Paul Winzer, hombre de la Gestapo y de las SS, encargado de examinar el establecimiento de los campos de concentración en el territorio controlado por las tropas de Franco. La Historia del Campo o Depósito de Concentración de Miranda de Ebro, cubre un periodo de diez años dividido en dos fases. En la primera, desde 1937 hasta el verano de 1940, funcionó como campo de concentración de prisioneros de la Guerra Civil y actuó como campo base del Batallón Disciplinario de Prisioneros Trabajadores número 75. La segunda etapa, a partir de 1940, la conformaron un bienio () en el que convivieron españoles y extranjeros, y un quinquenio () en el que el depósito fue habitado por extranjeros organizados en dos grandes grupos: el Grupo o Campo Alemán -que incluía un subgrupo de colaboracionistas- y el Grupo o Campo Aliado, según los datos litigantes de la Segunda Guerra Mundial y la llegada de evadidos y refugiados que pasaban la frontera franco-española".

Durante el periodo los prisioneros de guerra republicanos fueron clasificados por criterios como: Afectos, Dudosos y Desafectos a la causa franquista. "Los prisioneros recibían todo tipo de vejaciones, palizas y castigos, como estar atado a las alambradas o junto al mástil de la bandera fascista, además de estar constantemente amenazados de muerte".

Tarjeta postal del campo de concentración
Tarjeta postal del campo de concentración

El Campo de Concentración de Miranda fue objeto de varias redes de evacuación clandestina para liberar prisioneros, cabe destacar al doctor Eduardo Martínez Alonso, agente secreto británico que evacuó a miles de perseguidos por el nazismo de Hitler, indocumentados, apátridas, y judíos, expidiendo certificados médicos falsos.

El número oficial de presos fallecidos en el Campo de Concentración de Miranda de Ebro, desde noviembre de 1937 hasta agosto de 1945, ascendió a 164; sin embargo por los testimonios orales es probable que extraoficialmente la cifra fuese bastante más elevada.

En cuanto al número de prisioneros que pasaron por el campo, atendiendo al estudio más reciente de Javier Rodrigo se cuantificaría en más de 110.000 los prisioneros llevados a Miranda entre los años 1937 y 1947, incluidos 15.412 extranjeros y combatientes interbrigadistas.

- Vídeo (restos del campo de concentración) -



Luis Alberto Egea Alvarez
Presidente de la Asoc. Memoria Histórica de Miranda de Ebro
Extraído de: Díptico divulgativo
Fuente: archivo PDF y
El campo de concentración de Miranda de Ebro, desde 1937 a 1947 El campo de concentración de Miranda de Ebro, desde 1937 a 1947

Entre el 17 y 18 de julio de 1936, varios mandos del ejército dieron un golpe de Estado contra el gobierno de la II República Española, ...

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marzo 15, 2015

Mauthausen 927

En agosto de 1940 un tren con 927 refugiados de la Guerra Civil Española pensaban que estaban yendo hacia la zona no ocupada durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, al poco tiempo se dieron cuenta de que estaban camino a la anexionada Austria, concretamente yendo hacia Mathausen, ese pueblo que terminó convertido en uno más de los sitios que quedaron vinculados para siempre con el exterminio nazi. De todos los pasajeros de aquel tren, fueron cerca de 470 personas las que quedaron recluidas en Mathausen y de ellas murieron 409. Y luego fueron muchos más. Aquellos que huyeron de los pelotones de fusilamiento de los franquistas se encontraron inaugurando los transportes de la muerte del ejército nazi.

José Egea
"Parece dar miedo decir que éramos republicanos españoles. Somos los olvidados. A la historia de España le faltan engranajes".
José Egea

José Alcubierre
"Nos llevaron en vagones de mercancías donde cabían ocho caballos o 40 personas. Vivo en la misma ciudad donde me deportaron" (Angôuleme).
José Alcubierre

Francisco-Bernal
"Llegué a pesar 48 kilos, mis amigos me llamaban ‘el Ghandi’. El zapatero me salvó al ponerme a trabajar con él y no ir a la cantera".
Francisco-Bernal

Paulino Espallargas
"Como no tenía patria me llevaron a un campo de exterminio. Gracias a ser joven, fuerte y a que sabía boxear fui la atracción del campo".
Paulino Espallargas

En la historia contemporánea de España, ese episodio también se conoce como "El Convoy de los 927" y se considera como el primer tren de deportados de toda Europa en la Segunda Guerra Mundial cargado "con familias enteras y teniendo como destino un campo de exterminio nazi". Este desmán fue posible gracias a la complicidad de Ramón Serrano Suñer, entonces Ministro de Exteriores del dictador español Francisco Franco, consiguió las razones políticas para declararlos “apátridas” y así desentenderse de ellos.

- Documental -


En vagones como animalesAquellos republicanos exiliados que cayeron fuera de la Francia libre fueron detenidos por la Gestapo, trasladados como animales en trenes de mercancías hasta el campo de concentración de Mauthausen, en Austria.


Documental TVE2
Fuente: archivo PDF
Mathausen, el Holocausto Nazi de los 927 españoles Mathausen, el Holocausto Nazi de los 927 españoles

En agosto de 1940 un tren con 927 refugiados de la Guerra Civil Española pensaban que estaban yendo hacia la zona no ocupada durante la Se...

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febrero 04, 2015

Francisco Franco
Francisco Franco Bahamonde (Ferrol, La Coruña, 4 de diciembre de 1892 – Madrid, 20 de noviembre de 1975).

Los últimos años de la dictadura franquista fueron extraordinariamente movidos. Hubo una intensificación de la oposición democrática al régimen, con abundancia de protestas, huelgas y manifestaciones. También hubo un rearme de las actividades represoras, volviendo a los años más duros del franquismo. Información y represión eran los dos pilares básicos en estos momentos para el régimen. En primer lugar hay que citar al TOP. El Tribunal de Orden Público fue un organismo judicial especial que se creó en los últimos años. Su objetivo era reprimir las actuaciones consideradas como delitos políticos. Completaban el complejo sistema de información y represión la Brigada Político Social, los servicios de inteligencia militar, la Policía Armada (los popularmente grises) y la Guardia Civil, cuerpo que se había mostrado fiel al bando nacional durante la guerra. Lo típico aquí eran las detenciones, los interrogatorios, las amenazas, las palizas, las torturas, las condenas y la separación del implicado de la vida pública.

Se inició la actividad terrorista de ETA, con atentados dirigidos hacia personajes del sistema. El primer atentado lo sufrió en 1968 Melitón Manzanas, jefe de la Brigada Político Social en el País Vasco, colaborador de la Gestapo durante la pasada guerra mundial, acusado por muchos de emplear la tortura en los interrogatorios.

El caso más sonado fue el asesinato de Carrero Blanco en 1973, en el atentado denominado "Operación Ogro". Con este atentado se frustraba la posibilidad de continuidad de la dictadura.

Hubo estos años también una gran actividad del sindicato clandestino CCOO. Fue tristemente famoso el proceso 1001, en el que se juzgó a dirigentes del sindicato ante el TOP con condenas de largas penas de cárcel (los condenados fueron amnistiados tras la muerte de Franco).

1975. Franco agonizante firma penas de muerte: tres del FRAP y dos de ETA. Hubo una ola de protestas dentro y fuera de España, con condenas internacionales del régimen franquista, incluidas las peticiones de clemencia del papa Pablo VI, la del primer ministro sueco Olof Palme o la del presidente de México Luis Echevarría. Incluso se llegó a pedir la expulsión de España de la ONU. En el País Vasco se decretó una Huelga General que era seguida mayoritariamente, en muchas ciudades españolas se multiplicaban los paros y las protestas y en el mundo no cesaba el clamor contra las ejecuciones. Irregularidades, falta de garantías procesales... Los juicios sumarísimos que se hicieron a los acusados fueron denunciados por observadores que habían asistido a los mismos. Se hablaba de simulacros, de farsa siniestra, de burla a la justicia.

En su último discurso, Franco, ya enfermo, y un mes y pico antes de su fallecimiento, dijo:

"Todas las protestas habidas obedecen a una conspiración masónica-izquierdista, de la clase política, en contubernio con la subversión comunista-terrorista en lo social, que si a nosotros nos honra a ellos les envilece."

Circulaban por España diferentes hipótesis sobre cuando ocurriría la muerte del general.
Había opiniones para todos los gustos. Incluso se llegó a proponer un ejercicio de aritmética:

- Inicio de la guerra: 18-7-36
- Final de la guerra: 01-4-39
Sumamos las fechas y... Fecha de la muerte: 19-11-75

(Hay quien piensa que la muerte real pudo sobrevenir antes de la muerte oficial).
El 20 de noviembre, un día después de la predicción, tras una larga enfermedad, fallecía oficialmente Franco. Los allegados al general prolongaron artificialmente todo lo que pudieron la agonía del dictador por razones poco claras y para dejar todo bien controlado -"atado y bien atado"- antes de la sucesión, lo que supuso una auténtica tortura infligida paradójicamente no por sus enemigos, sino por los suyos.


Extraido de "La tinaja de Diógenes"
Fuente: archivo PDF
Los últimos años de la dictadura franquista, un final agitado en la historia de España Los últimos años de la dictadura franquista, un final agitado en la historia de España

Francisco Franco Bahamonde (Ferrol, La Coruña, 4 de diciembre de 1892 – Madrid, 20 de noviembre de 1975). Los últimos años de la dictadura ...

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octubre 25, 2013

mujeres

La mujer durante la época franquista era un ser considerado menor de edad que pasaba de la tutela del padre a la de su esposo.

En cuanto a los derechos tanto de hombres como de mujeres, el divorcio no existía: había sido derogado por los vencedores de la Guerra Civil en toda España, tampoco había matrimonio civil. Además, esto se hacía con efecto retroactivo. Todos los matrimonios civiles de la República y todos los divorcios figuraban, sencillamente, como no existentes. Los hijos habidos en esos matrimonios dejaban de ser legítimos y se convertían, por arte de magia, en naturales o de padres desconocidos.

Una mujer no podía abrir una cuenta corriente o trabajar sin permiso del marido.

Una mujer casada no podía ausentarse del hogar, viajar sola por ejemplo, sin la autorización del marido.

Oficialmente no existían los malos tratos, porque el papel de la mujer era el de servir al marido, obedecer a todas sus órdenes y no rechistar. Ése era el mensaje que transmitía el régimen. Si un hombre daba un bofetón a su mujer no pasaba nada. Era hasta comprensible. ¡Algo habría hecho!

La dictadura del sistema franquista se transmitía así jerárquicamente de gobernantes a gobernados y del cabeza de familia a su mujer e hijos. Era una relación de mando y obediencia.

La mujer era ama de casa, madre y abnegada esposa. Su cometido principal era el cuidado de los hijos y la atención del hogar. Y este modelo contaba con el apoyo incondicional de la Iglesia católica quien, a través del púlpito y del confesionario, lo fomentaba e insistía en su idoneidad.

Se aconsejaba a la sufrida esposa que cuando llegara el marido a casa, la mujer no debía agobiarlo con problemas domésticos o de los hijos, sino atenderlo, ponerle las zapatillas, servirle algo de beber, y tras la cena… estar siempre dispuesta para que el jefe de la familia pudiera satisfacer sus deseos más íntimos. La esposa como “reposo del guerrero”.

Pilar Primo de Rivera

Pilar Primo de Rivera, hermana de José Antonio, decía estas "lindezas" de la mujer:

"Todos los días deberíamos de dar gracias a Dios por habernos privado a la mayoría de las mujeres del don de la palabra, porque si lo tuviéramos, quién sabe si caeríamos en la vanidad de exhibirlo en las plazas".

"Las mujeres nunca descubren nada; les falta el talento creador reservado por Dios para inteligencias varoniles".

"La vida de toda mujer, a pesar de cuanto ella quiera simular -o disimular- no es más que un eterno deseo de encontrar a quien someterse".

- Vídeo -



La tinaja de "Diógenes"
Fuente: archivo PDF
La mujer y su "derecho a nada" en la época franquista La mujer y su "derecho a nada" en la época franquista

La mujer durante la época franquista era un ser considerado menor de edad que pasaba de la tutela del padre a la de su esposo. En cuant...

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marzo 24, 2013

La ruta del oro nazi

Estación de Canfranc

Conciertos en la estación

«Los alemanes vivían en la estación y celebraban hasta conciertos de piano en el comedor. Eran muy educados. Bailaban valses con las chicas de Canfranc y les regalaban chocolate. Ellos eran ingenieros o químicos y nosotros, unos ignorantes que tenían mucha hambre después de la guerra», confiesa un vecino de Canfranc que por aquel entonces tenía 14 años y ahora prefiere el anonimato. Si alguna historia de amor se fraguó, como en Casablanca, no perduró. «Aunque estaban destinados en la parte francesa, no tenían inconveniente en pasar a la española. Algunos vivían en la fonda Marraco. Había seis oficiales fijos y otros de paisano, de la Gestapo, pero otras veces llegaban grupos de unos veinte soldados uniformados que venían del frente a descansar», agrega. Los vecinos de Canfranc, sacudidos todavía por los efectos de la Guerra Civil que hizo huir a algunos hacia Francia, casi no podían moverse del pueblo. Necesitaban un salvoconducto. «Desde Anzánigo, era una zona impermeabilizada», advierte un vecino. Uno de los «documentos de Canfranc», fechado el 24 de mayo de 1940 y firmado por el comisario jefe de la Unidad de Investigación y Vigilancia, recuerda que «todo aquel que viva en un punto distinto del 18 de julio de 1936 debe presentarse en ocho días en la comisaría con la relación de los que vivan en su casa, avales de dos personas y certificado de sus empresas». «El incumplimiento llevará consigo el regreso forzoso a su antigua residencia», advierte.

Los carabineros, la Guardia Civil y los oficiales de las SS eran inflexibles con los robos de mercancías como los relojes que se llevaban a Portugal. «Se llevaron una caja y estuvieron buscándolos. Un chaval se llegó a ahorcar y a otro le pusieron una multa muy alta», cuentan en Canfranc. A la falta de libertad de movimientos se unía el hambre, mitigada por las mercancías que descargaban. El salario medio de un obrero era de 200 pesetas al mes. Por eso, siempre se escapaba algo de los trenes para casa. «Cogíamos latas de sardinas, azúcar, aceite, café o la mistela que enviaban los portugueses de Madeira. Menos mal que pasaba mucha mercancía y podíamos llevarnos cosas, porque había mucha hambre», cuenta Daniel Sánchez, de 87 años, uno de los pocos canfraneros que puede contar que cargó cajas con lingotes de oro a sus espaldas. El oro nazi llegaba en tren a Canfranc, según los documentos encontrados por el francés Jonathan Díaz en la estación en noviembre del año pasado a raíz de la grabación de un anuncio de Lotería de Navidad. Entre julio de 1942 y diciembre de 1943 llegaron 45 convoyes, seis de ellos con destino España («importación» aparece en el papel) con 12 toneladas de oro, y el resto de «tránsito», rumbo a Portugal, que recibió 74 toneladas del metal precioso.

Daniel descargaba el oro de los trenes de Suiza por el puente internacional y lo colocaba en unos camiones suizos que se encargaban de llevarlos hasta Madrid y a Portugal, a través de los pasos fronterizos de Badajoz, Valencia de Alcántara y Fuentes de Oñoro. El historiador Pablo Martín Aceña, director de la comisión española que investigó las compras de oro nazi por España, recuerda que la Península Ibérica recibió estos cargamentos hasta agosto de 1945, por Hendaya, Port Bou o Canfranc, aunque no sabe en qué proporción. «Los servicios secretos de los aliados contabilizaron 135 envíos de salida en la frontera franco-suiza de Bellegarde hacia la Península Ibérica», apunta. Esos convoyes transportaron «un total de 300 toneladas». «Portugal compró mucho oro que había salido de Bélgica y Holanda. Lo que recibió España (el IEME) está claro por las cuentas que se investigaron en el Reichbank, el Banco Nacional Suizo y el IEME.

Otra cosa es que empresas españolas suministradoras de Alemania cobraran en oro y lo depositaran en Londres o Zurich. Calculamos que entraron a España 20 toneladas de oro a cambio de volframio», señala Martín Aceña. Ese volframio todavía se puede ver, 60 años después, en las vías muertas y muelles de la estación de Canfranc. Portugal y España exportaron este mineral a Alemania incluso cuando en 1944 los aliados presionaron al régimen de Franco para que dejara de hacerlo con el fin de concluir la guerra.

- Vídeo -



Fuente: heraldo.es
La ruta del oro nazi La ruta del oro nazi

Canfranc podría ser el escenario de una película como Casablanca, aunque la historia de este paso fronterizo durante la Segunda Guerra Mund...

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junio 20, 2011

La División Azul coincidía con un modelo de los divisionarios alemanes, en la Segunda Guerra Mundial

La División Azul
La noticia de la invasión alemana de la Unión Soviética tuvo un gran impacto en España. En la mañana del 24 de junio de 1941, apenas transcurridos dos días desde que las tropas del Tercer Reich cruzaran las fronteras del antiguo Imperio Zarista, millares de personas se lanzaron a las calles de Madrid demandando el envío de voluntarios para combatir a la Rusia de Stalin. Los manifestantes se concentraron en la Plaza de Callao para iniciar una marcha hasta la confluencia de la Avenida de José Antonio con la Calle Alcalá donde se encontraba la sede de la Secretaría General del Movimiento. Desde uno de sus balcones Serrano Súñer, Ministro de Asuntos Exteriores y Presidente de la Junta Política de Falange, pronunció su famoso discurso contra Rusia:

"Camaradas, no es hora de discursos; pero si de que Falange dicte en estos momentos su sentencia condenatoria: ¡Rusia es culpable!., culpable de nuestra Guerra Civil. Culpable de la muerte de José Antonio, nuestro fundador Y de la muerte de tantos camaradas y tantos soldados caídos en aquella guerra por la agresión del comunismo ruso. El exterminio de Rusia es exigencia de la historia y del porvenir de Europa..."

Dos días antes el embajador alemán en España Von Stohrer se había entrevistado con Serrano Súñer para comunicarle los motivos que habían llevado a su Gobierno a tomar la decisión de invadir la Unión Soviética. Nada más conocer la noticia, el ministro español se trasladó al Palacio del Pardo para informar a Franco del nuevo giro que había tomado la guerra. El General captó inmediatamente las ventajas que el hecho ofrecía. Tras la visita Serrano Súñer informó a Stohrer de los deseos del Caudillo de enviar una fuerza expedicionaria a Rusia.

Una política exterior vacilante

El rasgo más destacado de la política exterior española durante la Segunda Guerra Mundial fue su carácter vacilante.

El 4 de septiembre de 1939 el Gobierno decretaba la neutralidad del país ante el conflicto que acababa de estallar. "Constando oficialmente el estado de guerra que por desgracia, existe entre Inglaterra, Francia y Polonia de un lado, y Alemania, de otro, se ordena, por el presente decreto la más estricta neutralidad a los súbditos españoles, con arreglo a las leyes vigentes y a los principios del derecho público internacional."

La División AzulSin embargo, esto no impediría que los medios de comunicación fueran decididamente proclives a las fuerzas del Eje o que las costas españolas sirvieran en casos excepcionales de refugio a los submarinos alemanes. Pocos meses después, el 12 de junio de 1940 la neutralidad era abandonada para adoptar una posición de "no beligerancia" fórmula jurídica también utilizada por Italia antes de su entrada en la guerra. Este cambio producido en la política exterior española venía determinado por el curso de los acontecimientos bélicos.

En pocas semanas el Ejército francés al que se consideraba el más poderoso del viejo continente había sucumbido ante la arrolladora fuerza de la Blizkrieg alemana. Ahora parecía más probable que nunca que la guerra se saldaría con el triunfo de las armas germanas. España tenía que buscar su lugar en la conferencia de paz al lado de los vencedores si quería participar en el reparto de final de guerra.

Por eso, días antes de la declaración de no beligerancia el 3 de junio de 1940 Franco había escrito una carta al Führer en la que afirmaba estar dispuesto a prestarle en cualquier momento los servicios que considerara más necesarios. Esta era la primera vez que se planteaba seriamente la posibilidad de intervención española en el conflicto, además no se debía a ninguna presión alemana o italiana, se trataba de una iniciativa del propio Franco.

En efecto, el interés de Alemania por España hasta ahora se había limitado al estricto carácter comercial. La Península Ibérica todavía no jugaba un papel destacado en los planes militares de Hitler. De momento los intereses del Führer se centraban en las islas británicas.

Tras la caída de Francia, a Hitler sólo le restaba acabar con la resistencia de los británicos para consolidar la posición de supremacía que había alcanzado en el viejo continente. Sin embargo, antes de continuar combatiendo contra ellos prefería alcanzar una paz negociada. El 19 de julio de 1940 el Führer planteó a los ingleses su oferta. Varios días antes, como supuesto gesto de buena voluntad, había ordenado la desmovilización de 35 divisiones. El recién nombrado Primer Ministro británico, Winston Churchill rechazó el ofrecimiento. Los ingleses estaban decididos a continuar la guerra hasta el fin.

La negativa de Churchill hizo que los alemanes pusieran en marcha su plan de invasión de las islas. La operación denominada "León Marino" se basaba en una acción conjunta entre la Aviación y la Marina de Guerra alemanas: tras el dominio del espacio aéreo inglés entraría en acción la kriegmarine cuyos efectivos se encontraban acantonados al sur del Canal de la Mancha. A inicios de julio de 1940 comenzaron las primeras incursiones de la Luftwaffe sobre las islas pero muy pronto los anglosajones demostraron que no eran una presa fácil. Antes de que acabara el mes el Alto Mando alemán decidió posponer la invasión. Es en este momento cuando España cobra un nuevo interés para Hitler.

Muy poco era lo que podían ofrecer las Fuerzas Armadas españolas. Más que un aliado el Ejército de Franco podía significar una carga para Alemania; estaba mal armado y equipado y necesitaba de varios años de preparación para ser operativo. No obstante, la extraordinaria situación estratégica de la Península Ibérica desempeñaba un papel importante en los planes del canciller alemán para acabar con Inglaterra. Sobre todo le interesaba Gibraltar, punto esencial en la estrategia del Imperio Británico que junto a Creta, Chipre y Alejandría aseguraba el aprovisionamiento marítimo de las posesiones británicas en África.

La importancia que los alemanes ahora atribuían a España llevaría a Ribbentrop, siempre bajo las directrices de Adolf Hitler, a telegrafiar al embajador alemán en Madrid a fin de que éste preparara las conversaciones que posibilitaran el pronto ingreso de España en la guerras. A partir de ese momento los contactos entre ambas partes se intensificaron.

El 16 de septiembre Serrano Súñer, Ministro de la Gobernación, llegó a Berlín para negociar con Ribbentrop las condiciones de entrada de España en la guerra. A cambio se pedían importantes concesiones. Los españoles no sólo solicitaban armas, gasolina y alimentos en grandes cantidades; también demandaban Gibraltar y una serie de territorios situados al norte de los Pirineos (el Rosellón) y en África en particular estaban interesados en el Marruecos francés.

Peticiones tan desorbitadas no sorprendieron a los alemanes pues ya les habían sido expuestas en anteriores contactos. Hitler en modo alguno estaba dispuesto a aceptarlas Alemania también necesitaba gasolina y armas para su esfuerzo de guerra; este material se podría entregar a los españoles pero no en las cantidades solicitadas. Por otro lado, el plan de toma de Gibraltar no justificaba la cantidad de recursos que Franco solicitaba a través de su Ministro de la Gobernación. Asimismo, los alemanas no podían comprometerse a la entrega del Marruecos Francés si contar con Vichy. Las autoridades de la Francia ocupada habían demostrado ser un buen aliado del Reich y Hitler no estaba dispuesto a lesionar su amistad.

La falta de entendimiento entre las partes llevó a un encuentro directo entre el Caudillo español y el Canciller alemán. El 23 de octubre de 1940 ambos mandatarios se reunían en Hendaya. La entrevista que mantuvieron por espacio de nueve horas era una continuación de las posturas adoptadas en Berlín, por lo que, como señala Tussel, al viaje de Serrano a Alemania en septiembre de 1940 hay "que atribuirle una importancia mucho mayor que a la conversación de Hendaya sobre la que pesa un exceso de mitificación". En la reunión pese a que Franco mantuvo sus demandas, el Fhürer consiguió arrancar de éste la firma de un protocolo secreto.

Dicho documento suponía para España el abandono de la no beligerancia, puesto que el Caudillo se comprometía a entrar en la guerra al lado de Alemania si bien, no se precisaba la fecha exacta. En los meses siguientes los alemanes trataron de convertir en efectivo el compromiso español hostigando a Franco para que aceptara el 10 de enero de 1941 como fecha viable para la entrada de España en la conflagración mundial. Pero el Gobierno español siempre respondió con evasivas que provocaron la indignación de Hitler, quien decidió situar a Franco ante la tesitura de lo que algunos consideran un ultimátum.

Llegados a este punto conviene que reflexionemos sobre la actitud mostrada por España en todo este asunto.

Según algunos historiadores, hostiles en su mayoría a la figura del Caudillo; a mediados de 1940 Franco estaba decidido a intervenir en la guerra, "pero quería hacerlo en el momento oportuno y obtener a cambio jugosas contrapartidas. Implicar a la Península Ibérica en el conflicto en el momento adecuado significa que el Caudillo no quería arriesgarse a entrar en el conflicto hasta que éste estuviese decidido, es decir hasta que los alemanes dieran claras muestras de que podían derrotar a los ingleses". Tras la caída de Francia y el inicio de las acciones contra las islas británicas Hitler parecía controlar la situación lo que inmediatamente aprovecharon las autoridades españolas para plantear su oferta de entrada en la guerra. Sin embargo las dificultades derivadas de la puesta en marcha de la "Operación León Marino" demostraron que la resistencia anglosajona era difícil de vencer, lo que llevó al autócrata a permanecer a la espera.

Pedro Ramírez GutiérrezPor otro lado Franco quería, en caso de intervenir, convertir la entrada en la guerra en algo rentable para España. Esperaba poner bajo el control de España el norte de África gracias a la ayuda alemana. En este sentido el Protocolo de Hendaya no aportaba unas contrapartidas claras puesto que la cesión de los territorios africanos, principal demanda española, quedaba supeditada a un futuro acuerdo que se firmaría tras la derrota británica y en el que también intervendría Francia. Franco esperaba la rectificación alemana en este punto.

Existían igualmente problemas de orden interno. El pueblo español estaba hambriento y la Armada Real británica "controlaba los mares por los que pasaban los cereales y el petróleo vitales para la economía española". Mientras Alemania no garantizara estos suministros difícilmente podía entrar el país en guerra. Además, la opinión pública española, en la que se incluían buena parte de los generales no veía con buenos ojos la entrada del país en una nueva guerra.

Por tanto, En junio de 1941 Franco se encontraba en una difícil situación, por eso cuando Serrano Súñer le informó de la invasión alemana de la Unión soviética captó inmediatamente las ventajas que el hecho podía aportarle. El envío de una fuerza expedicionaria a Rusia serviría para ganar tiempo y aligerar la presión que los alemanes ejercían sobre España. De hecho éstos vieron en la División Azul el primer paso en una entrada gradual de la Península Ibérica en el conflicto. No tardarían en percibir que estaban equivocados.

La División Azul

El nombre oficial de la unidad era División Española de voluntarios y recibió el Numero 250 entre las divisiones de la Wehrmacht, pero fue conocida como División Azul por el color de las camisas de los falangistas que formaban la mayor parte de los voluntarios.

Su primer Jefe fue el General Agustín Muñoz Grandes

Muñoz Grandes nació en Carabanchel Bajo, Madrid, en 27 de enero de 1896. Se graduó en la Academia Militar de Toledo y recibió su primer mando en África, donde comenzó su larga relación con Francisco Franco. Durnate la Cruzada, Muñoz Grandes dirigió la IV Brigada de Navarra, con el grado de Coronel, En marzo de 1936, se unió a los generales Juan Barrón y Antonio Bautista en la ofensiva de Aragón como comandante del Cuerpo de Ejército de Urgel.

En 1939, Muñoz Grandes fue nombrado Secretario General del Partido Único. En su condición de militar Franco le tenía más confianza a él que a ningún civil, pero ocupó ese cargo sólo hasta 1940.

En 1940 fue colocado al mando de la 22 División de Infantería estacionada frente a Gibraltar. Fue allí donde le alcanzó el nombramiento como Jefe de la nueva unidad recién formada.

Componentes de la División Azul

La unidad fue compuesta a partir de voluntarios procedentes de las milicias de Falange, el estudiantado, los veteranos y encuadrada por oficiales de carrera que habían combatido en la Guerra Civil.

Debido al exceso de voluntarios, se presentaron sólo en Madrid diez veces más personas que las necesarias para cubrir las plazas previstas, se estableció un sistema de relevos que permitiera a la mayor cantidad posible de voluntarios servir en el frente.
El Orden de Batalla cuando la División salió hacia Rusia desde el campamento de Grafenwohr era el siguiente.

· Estado Mayor Divisional. 189 miembros
· 262 Regimiento de Infantería. 3.012.
· 263 Regimiento de Infantería. 3.012.
· 268 Regimiento de Infantería. 3.012.
· Grupos antitanque. 574.
· 250 Regimiento de Artillería. 2.793.
· 250 Batallón de Reserva. 601.
· Grupo de cañones. 531.
· Grupo de señales. 511.
· Zapadores. 712.
· Servicio de Transportes. 1.034.
· Servicios administrativos. 257
· Servicio médico. 518
· Servicio veterinario. 237.
· Policía militar. 33.
· Correos militares. 18.
Un total de 17.046 soldados.

1941. El primer año de la división azul: Cronología.
· 24 de Junio.- Discurso de Ramón Serrano Suñer en la Secretaria General del Movimiento en la que proclama ¡Rusia es culpable!
· 25 de Junio.- Editorial en ARRIBA de José Luis Arrese, pidiendo voluntarios para combatir a Rusia.
· 13 de Julio.- Primer grupo de voluntarios sale de Madrid.
· 23 de Julio.- Los primeros voluntarios reciben sus uniformes alemanes.
· 25 de Julio.- Primera orden oficial del General Muñoz Grandes como Jefe de la 250 División de Infantería de Línea de la Wehrmacht.
· 30 de Julio.- Llegan a Berlín los primeros pilotos voluntarios de la Escuadrilla Azul, bajo el mando del Comandante José Angel Larrazábal.
· 1 de Agosto.-Juramento de fidelidad de los voluntarios al Fuhrer.
· 20 de Agosto.- Los voluntarios parten al Frente. En vez de ir al Frente en tren lo harán a pie para aprovechar el viaje como entrenamiento. :)
· 15 de Octubre.- Primer despliegue de tropas.
· 17 de Octubre.- Primer combate en las orillas del Río Volkhov.
· 17 de Octubre.- Primeras bajas cuando un proyectil golpea directamente un bunker. El primer oficial caído es el Capitán Isidro Navarro.
· 24 de Octubre.- Primera felicitación oficial del Jefe del 16 Cuerpo de Ejército, General Bush.
· 24 de Octubre.-Primera Cruz de Hierro de primera clase. Le es concedida al Coronel Martinez Esparza.
En los seis meses pasados desde que se presentó el primer voluntario la División Azul ha tenido 718 muertos, 1612 heridos y 86 desaparecidos.

La escuadrilla Azul

La Escuadrilla Azul fue agregada al 27 Grupo de Caza bajo el mando de un veterano de la Guerra Civil Española, Wolfram von Richtofen, que había dirigido la Legión Cóndor. La escuadrilla estuvo compuesta por diecisiete pilotos. Los capitanes: Arístides García López, Javier Allende Isaís, Carlos Bayo Alisandri; los tenientes: Alfonso Ruibal Sabio, Esteban Ibarreche Carriaga, Luis Alcocer Moreno, Ángel Mendoza Catrain, José Lacour Macía, Emilio O'Connor, Ricardo Chavarría, Javier Busquets, Manuel Kindelan, Abundio Cesteros García, Alfonso García Rodríguez y Demetrio Zorita Alonso.

La formación de la División Azul

Adoptada la decisión de enviar una fuerza expedicionaria a Rusia el siguiente paso lo constituyó su recluta. Los efectivos del contingente debían cubrir el equivalente a una división de infantería que recibiría el nombre de División Española de Voluntarios. El compromiso de los que se alistaran duraría mientras se sostuviera la "campaña contra el comunismo".

Al principio la Falange intentó convertir el hecho en una empresa propia, llegando incluso a plantear que los militares que desearan formar parte de expedición se alistaran en cualquiera de los Banderines de Enganche que la Secretaría General del Movimiento había ordenado abrir en distintos lugares de la geografía española a fin de reclutar contingente de voluntarios.

No obstante las autoridades castrenses reaccionaron inmediatamente prohibiendo a los militares que se alistaran en organismos ajenos al Ejército. Sólo los voluntarios civiles, que en su mayor parte procedían de las Milicias de Falange, podrían alistarse en los Banderines de Enganche.

El anuncio del reclutamiento desbordó las previsiones. A los pocos días de su puesta en marcha, el embajador alemán comunicó a su gobierno que el número de los que habían acudido al alistamiento era cuarenta veces superior al requerido. Aún así, no todos los que se presentaron consiguieron ser aceptados. El candidato debía tener entre veinte y veintiocho años, reunir las condiciones físicas necesarias y demostrar su "solvencia política y social" con el fin de evitar posibles deserciones.

Finalizada la fase de reclutamiento los efectivos de la fuerza reclutada superaban los diecisiete mil hombres. El mando de la División se encontraba completamente en manos del Ejército. La jefatura se entregó al General Muñoz Grandes. Todos los Jefes eran militares profesionales. El 75% de los Oficiales y Suboficiales procedían del Ejército o de las academias militares, el resto venían de las Milicias de Falange. El personal del C.A.S.E., es decir, los especialistas, eran todos militares. Sólo en el caso de la tropa era donde la presencia de civiles constituía la nota dominante.

Una deuda de guerra

Durante la Guerra Civil, al igual que la República recibió ayuda de la Unión Soviética, Inglaterra y Francia; la España Nacional recibió ayuda material y humana del Tercer Reich con el fin de contrarrestar la que los soviéticos le prestaron a la República a gran escala. Sin embargo, no se trató de una ayuda desinteresada; el envío de la "Legión Cóndor" a la guerra de España iba a servir a los alemanes para probar sus nuevas armas y ensayar algunas de las tácticas que más tarde emplearían en la Guerra Mundial. Por otro lado, el coste del material bélico que Alemania entregó a los Nacionales debía ser reintegrado. Al término de la guerra el Gobierno del Reich intentó en varias ocasiones cobrar la deuda de guerra que con él había contraído España. Pero la lamentable situación económica en la que estaba sumida la nación lo hacía prácticamente imposible. La creación de la División Azul se convertiría muy pronto en una buena fórmula para saldar aunque de forma indirecta parte de la deuda.

En julio de 1941 mientras se reclutaba el contingente expedicionario una comisión militar española presidida por el Teniente Coronel Mazariegos se trasladó a Berlín para aclarar varias cuestiones relativas a la integración de la División Azul en la maquinaria de guerra alemana. Las conversaciones se celebraron en el Cuartel General del Ejército de la Reserva, donde los comisionados españoles fueron informados de que el Reich correría con todos los gastos de la División española. Estos gastos cubrirían el alojamiento, los suministros de todo tipo, el vestuario los sueldos y distintas gratificaciones. Los dos últimos conceptos eran los mismos que percibían los oficiales y soldados alemanes y se concretaban en cuatro puntos.

* A) El abono de los haberes correspondiente a cada empleo
* B) Las "gratificaciones de vestuario"
* C) Las "gratificaciones de campaña"
* D) Las "gratificaciones de frente"28

Sin embargo no se trataba de un acuerdo definitivo, quedaba todavía por definir cómo se efectuaría el abono de la primera partida.

Las partidas B, C y D no planteaban ningún problema ya que el pago de las mismas se realizaba en Marcos de Ocupación o en la moneda correspondiente al país ocupado. El problema se centraba en el primer concepto cuyo importe se saldaba en Reich Marks (RM) y según las normas del Ejército alemán, la moneda alemana no podía sacarse del territorio del Reich. Por eso, los haberes que percibían los militares alemanes destinados fuera de Alemania eran directamente enviados a sus familiares. El caso de los divisionarios españoles planteaba un problema añadido al encontrarse sus familias fuera del territorio alemán.

Finalmente en septiembre se alcanzó el Siguiente acuerdo: El Gobierno español abriría una cuenta a nombre del Ejército alemán en la que debía ingresar, en pesetas la cantidad mensual correspondiente a la primera partida. Por su parte el Gobierno alemán abriría otra cuenta a nombre del español donde iría contabilizando, en RM, los pagos que por dicho concepto efectuaba el primero. A la vez, estos pagos se irían descontando de la deuda que con él había contraído el Gobierno español.

Primera organización de la División

La plantilla de la División Azul se organizó siguiendo un esquema facilitado por la Embajada de Alemania en Madrid. Este esquema, que básicamente coincidía con el modelo divisionario tradicional en el Ejército español comprendía cuatro regimientos operativos de los que tres eran de infantería y uno de artillería. Además existía un cuarto regimiento de infantería que debía funcionar como Depósito de Reserva Fijo.

Esta plantilla coincidía perfectamente con uno de los varios modelos divisionarios que los alemanes emplearon durante la Segunda Guerra Mundial. En concreto se identificaba con el denominado "Modelo Antiguo de División de Infantería" que como sucedía con el organigrama de la División Azul, estaba compuesto por cuatro regimientos operativos más uno de reserva (Ersazt Regiment) establecido en Alemania y cuya finalidad era la de cubrir las bajas que se producían en el frente.

Por tanto, y frente a lo que habitualmente se considera cuando el Estado Mayor Central montó la plantilla divisionaria no lo hizo siguiendo el esquema de las divisiones españolas. Simplemente adecuó la organización del contingente expedicionario a la estructura y el funcionamiento del modelo divisionario que le facilitó la Embajada alemana.

La plantilla definitiva

La plantilla de la División tal y como había sido diseñada en España tenía carácter provisional. Cuando los expedicionarios llegaron al campamento de Grafenwöhr recibieron la noticia de que uno de los regimientos debía ser suprimido. Los alemanes habían decidido finalmente que la División Azul no tuviera su correspondiente Ersazt Regiment. La avalancha de voluntarios que inundó los banderines de enganChe cuando la División se reclutaba, debió hacer pensar al O.K.H. que la Península Ibérica constituía un inmenso regimiento de depósito. En realidad así fue, los "Batallones de Marcha" irían cubriendo las bajas que ocasionaban los muertos los heridos y los veteranos que regresaban a casa.

La noticia del exceso de regimientos hizo que cada uno de los coroneles temiera por el futuro del suyo sobre todo el Coronel Vierna que era el de menor antigüedad y como se sabe, ésta la consideramos en el Ejército como un grado. Finalmente, el General Muñoz Grandes decidió disolver el Regimiento Rodrigo. Sus integrantes, sin embargo, no fueron repatriados se distribuyeron entre las restantes unidades y su Coronel fue nombrado Jefe de la infantería divisionaria, lo que a su vez le convertía en segundo Jefe de la División.

La eliminación de uno de los regimientos no fue la única novedad que se introdujo sobre la plantilla original al quedar ultimado el organigrama definitivo de la División. En España el contingente expedicionario había sido oficialmente denominado como División Española de Voluntarios, nombre que los alemanes sustituyeron por el de División de Infantería 250 (Infantería División 250).

Los regimientos, que se conocían por el apellido de sus respectivos coroneles, también cambiaron su denominación. Así, al Regimiento Pimentel se le asignó el número el 262, y al Vierna y al Esparza los números 263 y 269 respectivamente. La composición de los regimientos de infantería no sufrió cambios sustanciales. Todos ellos mantuvieron el esquema de la plantilla original: una Plana Mayor y tres batallones.

Cada batallón, a su vez estaba formado por cuatro compañías (tres de infantería y una de acompañamiento con armas de apoyo) que entre los tres batallones sumaban un total de doce por regimiento. Existían, además tres compañías independientes de los batallones en cada regimiento: una de acompañamiento con cañones, la 13ª; otra de antitanques, la 14ª; y una tercera, la 15ª; compuestas por tres secciones (zapadores, ciclistas y transmisiones). Estas compañías, con la excepción de la 13ª, constituían lo que la Orden General de Operaciones número uno denominaba "Unidades Independientes".

Grupo de Exploración Nº 250.
Grupo Antitanque Divisionario Nº 250. Grupo de Transmisiones Nº250. Batallón de Zapadores Nº250.
La plantilla original señalaba la existencia de un Regimiento de Depósito fijo y de un Batallón de Depósito móvil. El primero correspondía al regimiento disuelto el segundo sin embargo, se conservó y como las restantes unidades independientes, pues éste también lo era, recibió el número 250. Batallón de Depósito 250.

El Regimiento de Artillería, como era costumbre en el Heer recibió la misma designación numérica que la División (250 Artillerie Regiment). Estaba compuesto por una Plana Mayor y cuatro grupos (uno pesado y tres ligeros) de tres baterías (con cuatro piezas artilleras cada una). A diferencia de lo que sucedía con la infantería su Coronel era a la vez, Jefe de la artillería divisionaria. La composición de la División se completaba con la existencia de varios servicios y de un cuartel General. Este último estaba compuesto por el Mando, al frente del cual se situaba el Jefe de la División, el Estado Mayor, dividido en cuatro secciones, distintos servicios entre los que se incluían varios intérpretes, una sección de Policía Militar y otra motorizada.

El Estado Mayor divisionario

La División Azul estaba plenamente integrada en la Wehrmacht. Era una unidad más del Ejército alemán. Esto; sin embargo no impedía que poseyera una serie de características propias que la diferenciaban de las restantes unidades del Heer.

Desde el punto de vista orgánico, que es ciertamente el que más nos interesa ahora, aunque muy semejante a cualquier otra unidad alemana presentaba algunas peculiaridades en su plantilla. En este sentido destaca sobre todo su Estado Mayor cuya organización y composición no se ajustaba al modelo alemán.

Entre la División Azul y el Mando Supremo de la Wehrmacht existía una Plana Mayor de Enlace alemana que funcionaba como centro de coordinación y comunicación entre el contingente español y el Cuerpo de Ejército al que éste pertenecía. Asimismo, este destacamento se encargaba de mantener continuamente informado al mando alemán de toda información concerniente a la unidad española. Además, debía cooperar con la División en todo lo que ésta solicitara y proporcionarle servicios de traducción.

La División AzulEl número de oficiales que componían el Estado Mayor de la División Azul era mucho más elevado que en el caso alemán. Los oficiales de Estado Mayor germanos constituían un cuerpo muy escaso debido a que su formación era larga y compleja. Por este motivo era muy normal que al frente de los Estados mayores de las divisiones alemanas hubiera un único oficial de ese servicio, el resto solía ser personal habilitado. En contraste el Cuartel General expedicionario español contaba con 54 jefes y oficiales.

Siguiendo el esquema habitual en el Ejército español, esquema que se inspiraba en el modelo francés, el Estado Mayor divisionario estaba organizado en cuatro secciones:
PRIMERA SECCIÓN, PERSONAL (II a IIb y III en el organigrama alemán)

De ella dependían la instrucción básica y todas las cuestiones relacionadas con el personal: destinos, ascensos, altas, bajas, recepción de los nuevos reemplazos, repatriaciones etc. También le incumbía la competencia en materia de justicia que se regía por el código castrense español y cuya administración dependía del Jefe de la División.
SEGUNDA SECCIÓN, INFORMACIÓN (Ic en la organización alemana)

Se encargaba de la recopilación de datos sobre el enemigo y sobre la propia División. La información referida al personal de esta última la obtenía a través de un servicio de información interno denominado de "anti-extremismo". Este servicio funcionaba dentro de cada regimiento y su labor fundamental a parte de elaborar informes sobre la moral y la disciplina de las tropas consistía en la localización e identificación del personal sospechoso por sus antecedentes o ideas. También correspondía a esta Sección la tramitación de los asuntos derivados de las recompensas por acciones de guerra: condecoraciones avances en la escala o simples citaciones en la orden del día. Los voluntarios de la División Azul por su carácter de españoles que combatían en las filas del Heer recibieron condecoraciones tanto del Ejército español como del alemán. La concesión de las primeras dependía directamente el Jefe de la División las segundas las distribuía el Mando alemán a propuesta del General español.
TERCERA SECCIÓN, OPERACIONES.

En el organigrama alemán el Jefe del Estado Mayor actuaba a la vez como Jefe de Operaciones. En el esquema español esta última jefatura era independiente y correspondía a la Tercera Sección que era la más importante de todas puesto que de ella dependía la planificación de las operaciones militares. Además se ocupaba de la instrucción de los batallones de reserva de la elaboración del Diario de Operaciones de la División y de la redacción de diversos partes a través de los que se mantenía continuamente informado al mando alemán de todo cuanto concernía al contingente expedicionario: actuaciones y situación de la División moral de las tropas existencias de material estado general de los efectivos, etc.

Díaz de Villegas señala que los documentos que llegaban a la Tercera Sección eran de todo género. Afirma, además que en esta Sección: "Las informaciones e instrucciones procedentes de los mandos superiores alemanes se traducían con claridad y se redactaban en perfecto castellano". Este último dato contrasta con la Orden General de Operaciones Número Uno en la que se establece que el único servicio de intérpretes con el que contaba el Cuartel General no estaba asignado a ninguna de las secciones, lo que hace suponer que ese servicio, aunque independiente, trabajaba íntimamente con la Tercera Sección y con los servicios de traducción que le proporcionaba la Plana Mayor de Enlace alemana.

Del conjunto de estos datos puede deducirse además que la Tercera Sección, era la que coordinaba el funcionamiento de las otras tres. Así, las órdenes e instrucciones procedentes del mando alemán, que llegaban al Estado Mayor a través del destacamento de enlace las recibía la Tercera Sección que las traducía y en función de su contenido las distribuía entre la restantes secciones. En cualquier caso se trata de conclusiones provisionales cuya comprobación queda pendiente de futuras investigaciones.
CUARTA SECCIÓN SERVICIOS (la B en el organigrama alemán)

Controlaba el funcionamiento de los servicios de Sanidad, Veterinaria, Municionamiento, Correos, servicio Antigás e Intendencia. De este último dependían la "Pagaduría Divisionaria" y el suministro de víveres. Asimismo, la Cuarta Sección estaba encargada de tramitar siempre bajo las pautas que fijaba el O.K.H., todas las cuestiones relativas al vestuario de los divisionarios: definición y empleo de los uniformes distribución y reposición del vestuario (labor que realizaba a través del Servicio de Intendencia) reparación de las prendas etc.

- Plaza de la Constitución y la División Azul -


- División Azul en el Wolchov -


- División Azul y Lili Marlen en Español -


- División Azul- Canciones y fotos -


- División Azul - Frente del río Wolchow -


- División Azul - Leningrado -


- División Azul - Regreso a la Patria -


- División Azul - 5ª Compañía Batallon Roman -


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Fuente: torreca.galeon.com/album139957.html
La División Azul coincidía con un modelo de los divisionarios alemanes, en la Segunda Guerra Mundial La División Azul coincidía con un modelo de los divisionarios alemanes, en la Segunda Guerra Mundial

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enero 28, 2011

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diciembre 13, 2010

Hitler deseaba la incorporación de España a la contienda

Hitler y FrancoEntrevista entre Franco y Hitler en Hendaya, el 23 de Octubre de 1940

Han transcurrido ya 70 años desde la decisiva conferencia de Hendaya celebrada entre el Führer del III Reich Alemán, Adolf Hitler, entonces en la cumbre de su poder y prácticamente dueño de la Europa continental, y el Generalísimo Franco, Jefe del Estado de una España destruida tras tres años de cruenta guerra civil. Tras la ayuda alemana al bando de Franco en la guerra española y la posterior derrota de Polonia, Bélgica, Holanda, Grecia y Francia en sucesivas y fulgurantes campañas "relámpago" a cargo de la Whermacht, en aquel momento, octubre de 1940, ambos líderes, aunque el mundo los veía como seguros aliados, tenían intereses contrapuestos:

Hitler deseaba la incorporación de España a la contienda para controlar el estrecho de Gibraltar y con él, el Mediterráneo occidental, sumando además a las fuerzas del Eje al aguerrido y entrenado Ejército español que, dotado con el moderno material alemán, hubiera inclinado decisivamente las operaciones en el Norte de Africa, derrotando a las fuerzas británicas que ocupaban la actual Libia y asegurando la ocupación de Egipto y el posterior avance hacia el valioso y vital petróleo del Próximo Oriente. Todo ello, junto a la utilización de las Islas Canarias como base de submarinos en el Atlántico Central, hubiera debilitado fuertemente la posición estratégica del Reino Unido, entonces prácticamente solo y aislado en su lucha contra el poderoso Reich alemán y sus aliados. Con estas circunstancias, no es difícil deducir que la guerra podría haber tenido un final muy diferente al que conocemos.

Franco, por su parte, a pesar de las presiones y consejos que para sumarse al carro de los entonces seguros vencedores y así obtener para España sustanciosas recompensas territoriales, políticas y económicas, había llegado a la conclusión de que España no estaba preparada para la entrada en el conflicto, tras los sufrimientos humanos y destrozos en la agricultura e industria producidos por la guerra civil y menos aún para soportar una larga situación de guerra, cuyo final, en su acertado análisis del gran estratega que fue, el Generalísimo no veía tan claro como los entusiastas que le instaban a entrar en el conflicto, entre los que se incluían varios influyentes ministros.

Así, en una actitud de dureza ante la potencia dominante insólita en la reciente historia de España, Franco dio la talla como prudente gobernante y gran estadista y, ateniéndose únicamente a los intereses españoles, se mantuvo firme ante las presiones del todopoderoso líder nazi, salvando así a España de una guerra que acabó asolando prácticamente toda Europa, produciendo terribles sufrimientos en las poblaciones civiles y catastróficos daños en las infraestructuras e industrias de todos los contendientes.

En el contexto arriba descrito, y con varias Divisiones alemanas estacionadas junto a la frontera franco-española, tuvo lugar la famosa entrevista de Hendaya entre ambos líderes. Ante las tergiversaciones de algunos historiadores, y en nuestra labor de defensa de la verdad, traemos aquí dos importantes documentos sobre el asunto: el primero, con el testimonio de un testigo presencial en el histórico encuentro y el segundo con un análisis de las difíciles relaciones hispano-germanas después de la entrevista y las consecuencias que tuvo sobre la posterior marcha de la guerra, a cargo de un historiador francés poco sospechoso de parcialidad hacia Franco y su régimen:

Reproducimos en primer lugar el documento auténtico que recoge paso a paso la entrevista de Hendaya: las anotaciones a la conferencia entre el Führer y el Generalísimo fueron realizadas por el barón De las Torres, que actuó en ella como intérprete de alemán por parte española. Dado el interés historiográfico del documento, lo transcribimos íntegramente, tal y como fue redactado por don Luis Álvarez de Estrada y Luque, tres días después de celebrada la cita, y posteriormente publicada en el diario ABC: "Llega el tren que conduce a Su Excelencia el Caudillo a la estación de Hendaya poco después de las tres de la tarde. Hace S.E. el viaje en el "break" de Obras Públicas, acompañado por el ministro de Asuntos Exteriores, señor Serrano Suñer, y los jefes de sus Casas Militar y Civil.

A la llegada del tren es recibido en el andén por el Führer, a quien acompañan su ministro de Negocios Extranjeros, señor Von Ribbentrop, el mariscal Keitel y todo su Estado Mayor. Una vez hechas las presentaciones de los séquitos respectivos, invita el Führer a Su Excelencia a pasar a su coche-salón, donde se ha de celebrar la entrevista.

En el dicho coche-salón, y en una mesa rectangular para seis personas, toman asiento S.E. el Jefe del Estado, el Führer, el señor Serrano Suñer, el señor Von Ribbentrop, un intérprete y el barón De las Torres, que actúa como intérprete por parte española, prohibiéndose el acceso a dicho salón de ninguna otra persona, ya que los embajadores de Alemania en Madrid, señor Von Sthorer, y de España en Berlín, general Espinosa de los Monteros, han permanecido con el resto del séquito.

El Führer está sentado en una cabecera, teniendo a su derecha al Caudillo y a su izquierda al señor Serrano Suñer; a la derecha del Caudillo está el señor Von Ribbentrop.

Comienza S.E. el Jefe del Estado señalando la satisfacción que le produce el encontrarse por vez primera con el Führer, a quien de nuevo reitera las gracias por la ayuda que Alemania prestó a España durante nuestro Glorioso Movimiento Nacional.

El Führer contesta a S.E. diciendo que es también para él muy grato el momento de encontrarse con el Generalísimo, y después de ensalzar la gesta del pueblo español, que ha sabido enfrentarse contra el comunismo a las órdenes de S.E., señala la importancia que tiene la reunión de ambos Jefes de Estado en este momento crítico de la guerra en Europa, en que acaba de ser derrotada Francia.

Empieza el Führer por hacer una relación bastante minuciosa de todos los acontecimientos ocurridos hace trece meses, y que han dado origen a la guerra mundial, insistiendo que él no quería la guerra, pero que se ha visto obligado a aceptarla con todas sus consecuencias. Pinta la situación de Europa como completamente favorable a las armas alemanas, diciendo textualmente: "Soy el dueño de Europa y como tengo doscientas divisiones a mi disposición, no hay más que obedecer". Continúa el Führer ponderando la eficacia y dominio de las fuerzas alemanas, asegurando que ser cuestión de muy poco tiempo el aniquilamiento de Inglaterra, cuya invasión se está preparando con gran eficacia, y que le interesa tener prevenidos y sujetos todos los puntos neurálgicos que pueden ser de interés para sus enemigos, y por ello es por los que le ha interesado tener esta conversación con el Caudillo, pues hay varios puntos en los que España está 1lamada a desempeñar un papel muy importante, y que no hay duda que velando por sus intereses políticos lo llevará a cabo, ya que si dejara pasar esta oportunidad no se le podría presentar nunca más.

A este respecto, dice que le interesa y preocupan tres puntos, que son: Gibraltar, Marruecos e Islas Canarias. Continúa diciendo el Führer, al pasar a tratar de Gibraltar, que ésta es una cuestión de honor para el pueblo español, el reintegrar a la patria este pedazo de suelo que está todavía en manos extranjeras, y que por su situación privilegiada en el Estrecho sea el punto de apoyo más importante que para la navegación por el Mediterráneo tienen los aliados, y que, por tanto, hay que ir tomando en consideración la necesidad de que se cierre el Estrecho, ya que si Ceuta y Gibraltar estuvieran un manos españolas, sería imposible la navegación.

Hitler y FrancoAtaca el segundo punto referente a Marruecos, diciendo que España, por su historia y por otros muchos antecedentes, es la llamada a quedar en posesión de todo el Marruecos francés y de Orán (después Argelia), y que, desde luego, si España entraba en la guerra como aliada del Eje, se le garantizaba el dominio de los territorios antes citados.

Por lo que se refiere a las Islas Canarias, dice que, aunque está convencido de que los Estados Unidos no han de entrar en la guerra, pues no tienen intereses de gran envergadura en ella, no así los ingleses, que aunque sufren una situación precaria actualmente, en cualquier golpe de mano podrían hacerse con ellas y sería, desde luego, un golpe muy fuerte contra la campaña submarina que con toda eficacia se está llevando a cabo.

Su Excelencia el Jefe del Estado contesta a los puntos que acaba de mencionar el Führer, diciendo que aunque es exacto que Gibraltar es un pedazo de tierra española que hace muchos años está en manos ajenas, y que sería de gran satisfacción para el pueblo español que volviera a formar parte de la patria, hay que comprender que lo que al Führer le parece muy fácil, que es tomar la ofensiva contra Gibraltar, supone para un pueblo que acaba de pasar por una de las más terribles guerras civiles un sacrificio, ya que no tiene aún cerradas las heridas de todo orden que ha sufrido, y que sería una muy pequeña compensación para los estragos y dificultades que la entrada en guerra con Inglaterra supondría.

Por otro lado, continúa el Caudillo, por lo que se refiere a Marruecos, debe tenerse muy en cuenta el esfuerzo que para una España aún no rehecha de la guerra civil supone el mantenimiento de los efectivos militares que tiene en su zona y que obliga a las tropas francesas a mantener unos efectivos importantes inactivos que no pueden acudir a otros sectores. Continúa el caudillo diciendo que agradece mucho los ofrecimientos que para después de la guerra, y en el caso que entrara España en ella, se le hacen de la zona francesa y de Orán, que no se le ha ocurrido pedir, pero que estima que para ofrecer las cosas es necesario tenerlas en mano, y que, hasta ahora, el Eje no dispone de ellas. Añade el Caudillo que este problema de Marruecos no lo ha considerado él vital para España, y comprende que no se le ha hecho justicia a nuestro país y que no se le ha reconocido la situación que por derecho e historia le corresponde; pero que habiendo sido, como lo prueba la Conferencia de Algeciras, problema que siempre suscitó la intervención de todos los países, aun de aquellos que más alejados se encontraban de él, estima que no debe procederse a la ligera, sino, por el contrario, sin hacer dejación ninguna de los derechos que le asisten, examinar el problema con toda frialdad.

Por lo que se refiere a las Islas Canarias, no cree el Caudillo que puedan ser objeto de un ataque, pero, desde luego, reconoce que aun cuando existen en las Islas efectivos necesarios, los medios de defensa de que disponen las Islas no están a la altura de las circunstancias, pues el armamento no es eficiente.

A esto contesta el Führer diciendo que se enviarían por Alemania las baterías de costa de gran calibre que fueran necesarias, así como los técnicos encargados de montarlas y enseñar su manejo.

Señala el Caudillo, con referencia al cierre del Estrecho de Gibraltar, que considera de mucha más urgencia e importancia el cierre del Canal de Suez, pues el corte de éste traería aparejada la inutilidad del Estrecho de Gibraltar, y pasaría el Mediterráneo pasaria a ser un mar muerto. El Führer se mantiene en su postura de que considera más importante cerrar por Gibraltar que por Suez.

Insiste Hitler en señalar los grandes beneficios que reportaría a España una intervención como aliada del Eje, manifestando que cree llegado el momento en que España tiene que tomar una determinación, pues no puede permanecer indiferente a la realidad de los hechos y de que las tropas alemanas se encuentren en los Pirineos. Y añade que como mañana o pasado tiene concertada una entrevista con el mariscal Petain y el señor Laval en Montoire, quiere saber a qué atenerse respecto a la actitud de España para obrar en consecuencia con respecto a Francia.

Contesta a esto el Caudillo que no cree que tenga nada que ver la actitud de España en las conversaciones con una potencia que acaba de hacer ofrecimientos, pues, una de dos, o estos ofrecimientos no son más que el cebo para una posible entrada de España en la guerra o no se piensa cumplirlos si la actitud de Alemania con el Gobierno de la Francia derrotada no es excesivamente dura.

Esta contestación del Caudillo no parece agradar mucho al Führer (seguramente porque es verdad), y recalca de una manera un poco vehemente, y sin recoger lo dicho por el Generalísimo, que él no puede ir a Montoire a entrevistarse con Petain sin conocer una actitud definida por parte de España.

El Generalísimo vuelve a insistir en lo antes manifestado, y además reitera que España, que acaba de sufrir una gravísima guerra civil, que ha tenido cerca de un millón de muertos por todos los conceptos, que está falta de víveres y de armamento, no puede ser llevada sin más a una guerra cuyo alcance no se puede medir, y en la cual no iba a sacar nada.

Hitler y Franco(Al llegar a este momento se suspendió la sesión, que ha durado desde las cuatro menos cuarto a las siete menos veinte. La conversación ha resultado lenta por tener que traducirse del español al alemán y viceversa. Una vez terminada la conferencia se traslada el Caudillo a su coche-salón hasta la hora de la comida que ofrece el Führer a Su Excelencia y a su séquito. Se reanuda la conferencia poco después de las diez y media de la noche.)

En la segunda parte de la conferencia se nota desde el principio el afán del Führer de hacer ver la Caudillo la conveniencia de entrar aliado de Alemania en la guerra, por estar ésta, como quien dice, virtualmente ganada, y asegurando que tendría España cuanta ayuda pudiera necesitar tanto en provisiones como en armamento.

Vuelve el Caudillo a insistir en lo que tantas veces he repetido durante el curso de la conversación, de que España no está preparada para entrar en ninguna guerra, y que no se le pueden pedir sacrificios inútiles para no obtener nada por ellos, y que considera que ya es buena ayuda la neutralidad española que le permite no tener efectivos en los Pirineos y la distracción de fuertes contingentes franceses por nuestras fuerzas militares en la zona de Marruecos, aparte de lo que representa el haberse adueñado España de Tánger, evitando que lo hicieran otros.

El Führer a esta contestación, y visiblemente contrariado, manifiesta que, aunque eso es verdad, no es lo suficiente ni lo que necesita Alemania.

El Caudillo le vuelve a contestar que él no puede llevar al pueblo español a una guerra que, desde luego, sería impopular, ya que en ella no se podría alegar que estaba implicado el prestigio ni la conveniencia de España.

Después de un forcejeo insistiendo ambos jefes de Estado en sus puntos de vista, y teniendo en cuenta que quiere llegarse a una solución por parte de Alemania, propone el Führer, de acuerdo con su ministro de Asuntos Exteriores, señor Von Ribbentrop, que se firme por parte de España un compromiso en el que se compromete a entrar en la guerra al lado de Alemania cuando ésta estime necesario que lo haga más adelante.

El Caudillo vuelve a insistir en los tan repetidos puntos de vista respecto a la imposibilidad de España de entrar en una guerra que no le habría de reportar ningún beneficio y que, por tanto, aunque fuera un compromiso aplazado, él no lo puede aceptar.

Se siguen manteniendo durante más de tres cuartos de hora los respectivos puntos de vista y, pasadas las doce y media, el Führer, que ha ido cada vez perdiendo más su control, se dirige en alemán a Ribbentrop y le dice: "Ya tengo bastante; como no hay nada que hacer, nos entenderemos en Montoire".

El Führer, dando muestras de su soberbia o de su mala educación, se levanta de la mesa y, de forma completamente militar y agria, se despide de los presentes, acompañado de su ministro de Asuntos Exteriores.

Poco después, y ya de manera oficial, tiene lugar la despedida en el andén en forma aparentemente cordial.

A la una menos cinco arranca el tren que conduce a Su Excelencia, quien creo ha sacado una impresión del Führer distinta a la que se había imaginado, como aquel señor que cree encontrarse con otro y se lleva un chasco.

Mi impresión, como español, no puede ser mejor, pues conozco a los alemanes y sé sus procedimientos, y teniendo en cuenta la fuerza que tienen hoy en día dominando Europa entera, la actitud del Caudillo ni ha podido ser más patriótica ni más realista, pues se ha mantenido firme ante las presiones, justificadas o no, del Führer y ha pasado por alto con la mayor dignidad los malos modos, al no ver satisfechos sus deseos, del Führer-canciller."

L. ÁLVAREZ DE ESTRADA y LUQUE

Barón de las Torres - 26 de octubre de 1940

A continuación reproducimos un documento de la revista francesa "MIROIR DE L'HISTOIRE" (Número 187) publicado en julio de 1965 y firmado por el historiador George Roux, en el que se analiza la evolución de las relaciones entre el Reich alemán y el régimen de Franco. El análisis incluye los planes para invadir España que el Estado Mayor alemán elaboró ante la tenaz actitud de Franco de no entrar en el conflicto, en defensa de los intereses nacionales, y llega a la conclusión de que la neutralidad española influyó decisivamente en la derrota de las potencias del Eje:

Hitler contra Franco

La historia tiene su origen en un tumulto de pasiones, de propaganda, de imaginaciones. Es necesario esperar que se enfríen de nuevo estas lavas ardientes para poder desprender de ellas una verdad más aproximada. Únicamente hoy comenzamos a ver claramente cuales fueron realmente las relaciones entre Hitler y Franco.

Cuando estalló la guerra civil española, el gobierno de París de Julio de 1.936, por múltiples razones, acudió inmediatamente en ayuda del gobierno del Frente Popular español. Esta intromisión determinó inmediatamente una contra-intromisión por parte del Führer que ve en ello, sobre todo, una ocasión de fijar y disminuir militarmente a Francia. La intención hitleriana es más anti-francesa que pro española. Su autor no lo ocultó nunca. En su gran “Historia del III Reich", el americano William Schirer cuenta como el Führer declaró a su Estado Mayor que no le interesaba del todo la victoria rápida y completa de Franco; lo que le interesaba era mantener el abceso español; en consecuencia, le interesaba más mantener el mayor tiempo posible la guerra civil que ganarla rápidamente. En el curso de las operaciones, como los alemanes desearan participar económicamente en las mismas, el gobierno nacionalista decretó la prohibición de participaciones extranjeras, lo que desencadenó violentas protestas de Berlín.

Hitler y Franco
La entrevista de Hendaya

Después de la derrota de Francia, el Führer decide efectuar una gestión con el Caudillo para empujarle a intervenir en la guerra. La entrevista tendría lugar en la frontera, en Hendaya, el 23 de octubre de l940. A la hora convenida, el jefe alemán se encontraba en el andén de la estación. El reloj avanzaba, el tren español no llegaba. Los films cinematográficos, tomados en la época, nos muestran a un Hitler furioso, recorriendo a grandes paseos la acera, dando las mas vivas señales de enojo. Finalmente, el convoy llegó. Con una hora de retraso.

Franco lo hizo intencionadamente. A uno de sus colaboradores, que le dijo: “Pero Excelencia, vais a llegar tarde”, el Caudillo le respondió: “Lo sé, en ciertos casos es preferible llegar tarde. De este modo uno se encuentra tranquilo al llegar y sus interlocutores están un poco nerviosos, lo que disminuye sus facultades”

(Nota de la Fundación: Franco negó siempre intención alguna en su retraso).

Las conversaciones duran, se prolongan. En vano. El Führer promete, amenaza, presiona. Franco, con su obstinación imperturbable, no modifica su posición. Se niega a entrar en el conflicto. Al final, el otro no logra obtener nada.

“Esta calma testaruda”, escribe el conde Ciano, “Fue para Hitler como la tortura de la gota de agua. Declaró después a Mussolini que preferiría que le arrancaran tres o cinco dientes antes que tener que soportar una vez más una entrevista con Franco”.

El interprete Paul Schmidt informará que la entrevista “hizo estallar profundas divergencias”. Precisa: “Mientras que Franco exponía su punto de vista con su habitual sangre fría, Hitler se mostraba cada vez más inquieto. Era visible que el curso de la conversación le desagradaba”. Finalmente, “los sentimientos de los dos participantes se revelaron más alejados que nunca”. En cuanto a Ribbentrop, no ocultaba su cólera.

El fracaso es total. Hasta el punto que, a partir del día siguiente, siempre según Paul Schmidt, el Führer, desilusionado por parte de España “volvió a su idea de utilizar a Francia en su lucha contra Inglaterra, manifestando de este modo hasta qué punto se habían enfriado sus relaciones con Franco”.

No solamente en este otoño de 1.940, en que Alemania se encontraba en la cumbre de su poder, un hombre intentó desafiarle, lo que es ya un hecho suficientemente notable, sino que además - escribe el inglés Hubert Cole - ese día el canciller germano tuvo que renunciar a sus proyectos en el Mediterráneo, “acontecimiento importante que, dos años más tarde, permitirá el desembarco en África del Norte, es decir, significará el giro decisivo de la guerra”.

"No considerar mas que a España"

Después de Hendaya, Berlín intenta una nueva gestión. El 7 de diciembre de 1940 el jefe de los servicios de información del Reich, el almirante Canaris, es enviado en misión a Madrid. Va a ver al Caudillo, le repite que el Führer desea vivamente poder entrar con sus tropas en España, incluso aventura la fecha del 10 de Enero. Franco, una vez más, repite que es imposible; España no intervendrá.

“El 6 de febrero de 1941”, escribe “Le Soir” de Bruselas del 7 de julio de 1958, “Hitler escribe a Franco una larga carta para decirle que la toma de Gibraltar decidiría la historia del mundo”. El 26 de febrero, el Caudillo responde manteniendo su posición.

Todo lo que consentirá, un. poco más tarde, el gobierno español será, en el verano de 1941, enviar al frente ruso un cuerpo de “voluntarios para combatir el comunismo”, lo que tenía, sobre todo, un valor simbó1ico. Pero en lo que se refiere al suelo español no se hizo ninguna concesión.

Serrano Suñer informa que en el transcurso de sus viajes a Berlín se le había insistido para poder disponer de bases submarinas en el archipiélago de las Canarias, a lo que tuvo que negarse.

En su obstinación España no buscó en ningún momento servir a la causa de los aliados, con la que se cuidó muy bien de no demostrar ninguna simpatía particular, su actitud no tenía en cuenta más que los intereses propios. La consigna del Caudillo ha sido siempre:”No considerar más que a España”. Lo que no impidió que, de hecho, la actitud española fue en la práctica beneficiosa para los intereses de los Aliados.

Si con respecto a los Aliados España había dado muestra de hostilidad declarada, ante todo la instalación de sumergibles alemanes en las Canarias hubiera cortado la ruta de los convoyes americanos a través del Atlántico. Además, la base de Gibraltar hubiera dejado de ser utilizada por los ingleses. Admitiendo que estos -cosa que hubiera sido posible- hubieran podido conservar intacto el Peñón propiamente dicho, ciertamente no hubieran podido disponer de la pista de aviación situada sobre la estrecha banda de tierra lindante a la costa a lo largo de la misma línea de demarcación de la Roca. Todos los que como yo, conocen esos lugares, dan fe de la imposibilidad absoluta que hubiera existido para efectuar despegues y aterrizajes. Gibraltar perdía todo su interés como punto de apoyo. La posesión de las costas andaluzas desde Cartagena hasta Algeciras significaba la perdida del dominio del Mediterráneo Occidental.

Hitler y Franco
La neutralidad de España, decisiva para la causa Aliada

Un oficial de la marina aliada, el mayor Harry C. Butcher, escribe con fecha 15 de agosto de 1942: “El éxito de una invasión de Africa del Norte depende de la neutralidad de España”.

El embajador de los Estados Unidos en Madrid, Carlton Hayes, considera, por su parte, que después de la capitulación de Francia, la no disposición por Hitler de la península Ibérica “constituye el acontecimiento más importante para el desarrollo de la II Guerra Mundial”. El fracaso de la entrevista de Hendaya llegó en un momento crucial; a fines de 1940 las únicas fuerzas aliadas en esta esquina del globo, además de la pequeña guarnición de Gibraltar, son las tropas expedicionarias británicas en la frontera egipcia, a 2.000 Km. de allí. También informa el embajador que el presidente Roosevelt seguía con ansiedad la actitud de Franco. Carlton Hayes añade que la no beligerancia de España no solamente permitió el desembarco en Africa del 8 de noviembre de 1942, sino que además contribuyó al libre desarrollo de la arriesgada operación.

En ese 8 de noviembre de 1942, España disponía en Marruecos de 150.000 hombres bien adiestrados. Por poco que hubiesen intervenido en favor de Alemania, la operación, que ya era aventurada, hubiera fracasado indiscutiblemente; el menor gesto y todo se hubiera venido abajo. El embajador americano piensa que en este día crucial “la no intervención de España equivalía a ayudar al desembarco”. En su opinión, la entrevista que sostuvo en la mañana del 8 con el general Franco, “fue un momento decisivo”.

Se comprende que, más tarde, en 1944, Churchill y Roosevelt, provocando el asombro de una opinión mal informada, hicieran un homenaje público a la actitud de entonces del gobierno español.

Sir Wiston, en sus Memorias, cuenta “cuán grande era su inquietud” ante lo que podía permitirse Franco, y “cuán grande fue después su alivio”. Escribe, en términos propios, que “El Caudillo rindió a Gran Bretaña un servicio inestimable”. Inglaterra y Estados Unidos siempre condenaron la dictadura, nunca aprobaron el régimen interno de la Península y nunca imaginaron que Franco intentaría mostrarse agradable, pues sabían muy bien que no perseguía otros objetivos que los puramente españoles. Por ello, simplemente se han limitado a señalar un hecho histórico.

De este modo, el comprobar que los españoles no cesaban de desembarazarse de sus apremiantes invitaciones, y al verles, por su inercia, favorecer prácticamente a sus adversarios, Hitler, que contaba con obtener beneficios a cambio de los servicios prestados durante la guerra civil, estaba literalmente furioso.

Hitler desilusionado

Las memorias de la secretaria de Hitler informan que el Führer convenía en que la actitud del Caudillo “le había causado una profunda desilusión”; evitaba incluso hablar de ello como si se tratase de un recuerdo penoso para él. Y cuando se decidía a hablar sobre el asunto era para oírle decir, entre violentas diatribas, acusaciones contra el Caudillo, tachando su forma de actuar de “ingrata” y “traidora”.

Ya, durante el otoño de 1940 cuando su estancia en Berlín, Serrano Suñer señaló que, en los medios militares, se hablaba, con frases más o menos encubiertas, de una “ocupación de la Península Ibérica”.

El ministro español añade que en los años 41 y 42, el Alto Estado Mayor alemán parecía temer un desembarco británico en Portugal, análogo al de Wellington en 1810, preludio del hundimiento del Imperio Napoleónico. Como sus adversarios anglosajones, los dirigentes nazis tenían también puestos los ojos en Madrid. Como ellos, se daban perfecta cuenta de la importancia de la jugada. Sabían leer una carta.

Más tarde, el mariscal Jold ( Jefe del Estado Mayor de la Whermatch ) dirá que si Alemania perdió al final la guerra fue por tres razones:

1) La imposibilidad de invadir Inglaterra.

2) El retraso en la entrada en guerra contra la Unión Soviética.

3) La negativa de España a intervenir en el conflicto.

Después del fracaso de la entrevista de Hendaya en octubre de 1940, seguido del fracaso de la misión Canaris en el mes de diciembre siguiente, el Alto Estado Mayor alemán llegó a la convicción de que no podía esperar nada de Franco. Por tanto, sus analistas decidieron que al fin y al cabo deberían asegurarse ellos mismos por la fuerza lo que amablemente se les negaba. Con vistas a lo cual, planificaron toda una serie de proyectos:

El Fürher quiere ocupar España

El primero de estos planes de ataque de la península es establecido por el Alto Estado Mayor a principios de 1941. Consideraba un “blitz” (ataque relámpago) sobre Gibraltar. Esta sería la “Operación Isabella”.

Un artículo del antiguo general Leo von Geyr, en 1964, reveló que esta operación se hubiera llevado a cabo, en el mayor secreto, hacia mediados de febrero o marzo de 1941, preparada en el Jura francés. Dice también que no puede explicarse muy claramente este lugar de reunión, elegido quizá simplemente para mantenerse apartado del espionaje aliado.

Minuciosamente estudiado sobre el papel, el asunto no fue llevado a la práctica por encontrarse el Führer abrumado por la preparación de su loca guerra contra Rusia. Sin embargo, un acontecimiento va a hacer reanudar el estudio de proyectos semejantes. El 23 de marzo de 1942, los británicos proceden a una incursión sobre Saint Nazaire (Francia) y esta incursión, aunque no obtuvo resultados, demostró al menos que Inglaterra no había abandonado la idea de un desembarco sobre el continente. Se trataba pues de prevenirlo, principalmente en la Península Ibérica, considerado el punto más débil de la defensa continental.

El 30 de marzo de 1942, Hitler plantea “los principios generales de una acción que había de llevarse a cabo tanto en la Francia no ocupada como en España”. El 29 de Junio, el mariscal Von Runstedt es encargado de establecer un esquema preciso de la operación. Sobre este plan escribe “La Revista de Defensa Nacional” de noviembre-diciembre de 1964:

“...Una directiva del 15 de julio de 1942 traza las grandes líneas del plan llamado “ILONA”. Fija los detalles de ejecución del mismo. Su objetivo: en una primera fase, franquear los Pirineos y alcanzar respectivamente Vitoria, Bilbao y Pamplona. En una segunda fase, ocupar un amplio arco circular, comprendido entre Santander y Zaragoza, y allí esperar nuevas órdenes en previsión de operaciones posteriores. La acción sería llevada a cabo por el I Cuerpo de Ejército, formado por las 7ª y 8ª Divisiones de Infantería, que se concentrarían en la región de Pamplona, teniendo como reserva a la Brigada Paracaidista "Hermann Goering", la 10ª Division Panzer y dos divisiones más de las Waffen S.S. La operación estaría apoyada, naturalmente, por fuerzas navales y aéreas de reconocimiento y de combate.”

La ejecución de este proyecto comenzó por una concentración de tropas en el sur de Burdeos y por el refuerzo de la III Fuerza Aérea, en la región de Bayona. Sin embargo, todo quedo en esto. El plan "Ilona" ni se prosiguió ni, propiamente hablando, se abandonó, pero fue “aplazado” por tres razones. La primera que Hitler se encontraba cada vez más comprometido en el Este para poder ocuparse del Oeste. La segunda era que, en el transcurso del verano del 42, los éxitos conseguidos por Rommel parecían suficientes para mantener Africa. La tercera razón, la menos conocida, es que Franco, sin duda alertado por sus servicios de información, tuvo conocimiento de los preparativos alemanes y tomó medidas para detenerlos.

En efecto, en una serie de estudios publicados a principios de febrero de 1964 en la “Vanguardia” de Barcelona, el general Díaz de Villegas revela lo siguiente: “El gobierno español fortificó las regiones pirenaicas. Para prohibir el acceso a los puertos de montaña y para barrer los caminos de penetración hacía el interior, era necesario levantar sólidas defensas y establecer líneas de trincheras hormigonadas. Incluso había dividido toda la región en cinco sectores estratégicos.”

Es curioso constatar que Hitler quien, al atacar a Rusia, cometió el mismo error que Napoleón, pensaba repetir otro grave error del emperador: la invasión de España.

Todo estaba dispuesto, todo se hubiera desencadenado, si las circunstancias no se hubieran opuesto a ello. Los acontecimientos de Moscú y de Stalingrado van a proporcionar a Hitler inquietudes mucho más apremiantes. Los jefes alemanes están demasiado ocupados por lo que ocurre en las llanuras orientales, tienen que desviar su atención de la Península Ibérica y se ven obligados a dejar dormitar sus extraordinarios proyectos.

Por una extraña paradoja -y no es la menos extraña de este asombroso asunto- finalmente fue la Rusia comunista la que salvó a la España franquista de una de las mas delirantes aventuras que hubiera registrado la historia.

George ROUX


Fuente: fnff
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agosto 18, 2010
 

 

Pedro Luis Cenzano Diez (Administrador)
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