El asesinato de los
Marqueses de Urquijo es uno de esos casos que por su repercusión mediática, por sus múltiples lagunas e irregularidades manifiestas y por el negro y angustioso final del único condenado (reconvertido en una suerte de mártir social) siempre será un caso abierto al debate en el panorama criminológico y estará presente en el acervo popular, en la imagen colectiva de la llamada “España Negra”.
Los personajes de esta tragedia, uno de los más conocidos, y misteriosos, de la historia criminal española, son: Los hijos y los herederos.
Miriam y Juan de la Sierra, que entonces tenían 24 y 22 años, respectivamente. Su padre era muy estricto, y les daba el dinero con cuentagotas. Esta especialmente disgustado con el casamiento de Miriam, que se llevó a cabo contra su voluntad. Y, según parece, fue una fuerte disputa con su madre lo que hizo que Juan fuera obligado por su padre a marcharse a Londres a estudiar, donde –aparentemente– se encontraba el día de los asesinatos.
El yerno.
Rafael (Rafi) Escobedo Alday, casado con Miriam. Tenía 26 años y odiaba a su suegro suegro, al que hacía responsable del fracaso de su matrimonio.
El administrador.
Diego Martínez Herrera, de 52 años, al servicio del marqués desde mucho antes de que éste conquistara, con su boda, título y fortuna.
El consuegro.
Miguel Escobedo Gómez-Martín, padre de Rafael y gran apasionado a las armas de fuego.
El mayordomo. Tradicional culpable en las novelas policíacas, sin embargo fuera de toda sospecha en este crimen.
Vicente Díaz Romero (37 años) llevaba siete meses al servicio de los marqueses. Gracias a él se conocieron muchos detalles sobre las difíciles relaciones paternofiliales en la familia Urquijo.
El Americano.
Richard Dennis Rew, que entonces tenía 41 años, estaba divorciado y tenía dos hijos. Era la pareja sentimental de Miriam, que se había separado de Rafi.
El amigo.
Javier Anastasio de Espina, compañero del alma de Rafael Escobedo desde la niñez, estuvo cenando con él y después tomando copas la noche del crimen. Cuando éste fue detenido e inculpado formalmente del asesinato de sus suegros hizo un viaje relámpago a Londres que aún hoy resulta inexplicable, a no ser que fuera pura y simplemente una fuga abortada.
El marqués de Torrehermosa.
Mauricio López Roberts. Trabajó con Escobedo y con Miriam en Golden, una empresa de venta piramidal. Afirmaba sentirse una especie de "padre adoptivo" de Escobedo.
El caso
Corría el año 1980 cuando en la mañana del día 1 de agosto de ese mismo año fueron hallados los cuerpos sin vida de
María Lourdes de Urquijo y Morenés, titular del marquesado de Urquijo, y su marido Manuel de la Sierra. Ambos presentaban heridas mortales de bala, el marques fue el primero en ser ejecutado mientras dormía y la marquesa fue eliminada posteriormente mediante dos disparos realizados a quemarropa. Se llegó a sospechar que fueron asesinados por al menos dos personas (según fuentes forenses, tres) dados los análisis de balística, sin embargo jamás se llegó a ninguna conclusión factible en cuanto al número de autores que participaron.
Llegado a este punto es cuando empezamos a vislumbrar toda la serie de anomalías e irregularidades que presentó este caso y que hizo impracticable una investigación fructífera. ¿Sabotaje?, quien sabe, ¿errores fortuitos? presumiblemente no.
Los tres
casquillos del calibre 22 que fueron encontrados, desaparecieron misteriosamente, además se encontró la presunta arma del doble asesinato en un pantano de las inmediaciones de Somosaguas, esa pistola, también de manera inexplicable, desapareció en el transcurso de la investigación. Un detalle aún si aclarar es cómo fue posible que los cadáveres de los marqueses de Urquijo llegaran al Anatómico Forense de Madrid lavados con agua caliente, limpios de evidencias y huellas por el mayordomo y éste no estuviera ni siquiera inculpado en el proceso judicial.
Para más inri y tornar más desproporcionado este caso incluso, desapareció uno de los implicados, Javier Anastasio Espona, que fue detenido en octubre de 1983 cuando su amigo Escobedo ya había sido condenado como autor del asesinato de los marqueses.
Curiosamente tenía como abogado a nuestro íntimo e instructivo
García-Pablos, el cual se enteró de la huida de su cliente al personarse en su casa, para notificarle que la Audiencia Provincial de Madrid había fijado la fecha del 21 de enero para la vista oral contra Anastasio, acusado de su presunta coautoría en el asesinato de los Urquijo, y contra
Mauricio López-Roberts, marqués de Torrehermosa, al que el fiscal imputaba un delito de encubrimiento y que en febrero de 1990 fue juzgado y condenado, como encubridor, a una pena de diez años.
De este forma se volcó toda la responsabilidad penal sobre el único de los presuntos asesinos al cual se condenó en firme como (“solo o en compañía de otros”) autor material de los asesinatos,
Rafael Escobedo Alday alias “Rafi”.
Rafi, según dicen las crónicas era un chico malvado de clase acomodada, exyerno de los marqueses y que estuvo casado durante un año excaso con la hija de estos, Miriam de la Sierra y Urquijo y sobre la cual igualmente recayeron sospechas (que jamás se pudieron confirmar) al haberse encontrado una evidencia “femenina” en la escena del crimen, un lazo de color negro.
Hipótesis Forense
Según los forenses encargados de la autopsia de los marqueses,
José Antonio García Andrade, profesor de Psiquiatría Forense de la Escuela de Criminología de la Complutense de Madrid y Presidente de la Asociación Nacional de Médicos Forenses y Raimundo Durán jefe de equipo quirúrgico de la Seguridad Social y profesor de Ginecología de la Clínica Médico-Forense,
el doble asesinato fue realizado por un profesional, un criminal experto de sangre fría.
Llegaron a estas conclusiones tras las autopsias realizadas y una meticulosa reconstrucción de los hechos, en base a esto, formularon la hipótesis de los
“tres asesinos”, según la cual tres personas fueron las encargadas de perpetrar este crimen perfecto; Una mujer, la cual no era profesional ya que dejo una clara prueba, un lazo negro para el pelo, en la escena del crimen, un hombre que conocía muy bien la casa y a la que tenía tenía acceso (aunque incluso puede que este rol fuera de la mujer o compartido por ambos, no está claro) y un tercer hombre (el asesino profesional encargado de las ejecuciones). Los asesinos
conocían perfectamente las costumbres de las víctimas, conocían la casa, de hecho tenían acceso y entraron por la puerta principal sin llegar a forzarla, sin levantar sospecha alguna, tanto es así que ni siquiera el perro guardián les llego a ladrar (obviamente eran personas de su confianza, de mucha confianza) para después llegar a forzar la salida trasera con el fin de enmascarar esa familiaridad y gran facilidad para acceder a la vivienda.
El primero en ser asesinado fue el marqués, el cual se había acostado pronto seguidamente de tomar una ligera cena a base de judías verdes hervidas con patatas. Pasó gran parte de la noche leyendo hasta que a altas horas de la madrugada (entre las 4 y las 6 de la mañana) se quedó dormido. En ese instante el asesino, mostrando una gran destreza criminal,
le dio muerte mediante un único disparo efectuado detrás de la oreja, a unos 10 cm de distancia, el marques ni siquiera llego a advertirlo ya que murió en el acto.
Acto seguido el criminal se presentó en el habitación de la marquesa para llevar a cabo a su ejecución.
Le colocó la pistola a la altura de la boca y disparo, sin embargo en ese justo momento la marquesa se despertó repentinamente y se movió lo necesario para que el disparo no fuera lo suficientemente certero, y por tanto no fuera mortal de necesidad. El asesino sin perder la calma en ningún momento
volvió a repetir la operación disparando en la boca de la marquesa y esta vez si, llegó a matarla irremediablemente.
Esta manera de actuar demuestra a todas luces que el sujeto era un verdadero profesional con una gran determinación y sangre fría. En primer lugar eso queda evidente por la zona que escoge para asesinar al marqués. Esta región anatómica no la escogió de manera aleatoria sino a sabiendas de la eficacia de un disparo en esa zona, nunca hubiese sido seleccionada por un aficionado chapucero tan solamente un hábil matarife como es el caso, escogería disparar precisamente ahí. Y en segundo lugar la serenidad que mostró el asesino ante el imprevisto, es decir la capacidad de conservar la serenidad si surge un contratiempo durante la ejecución. Un individuo no profesional, al verse sorprendido por el imprevisto despertar de la marquesa y por su propio error en la ejecución homicida del disparo, se hubiera puesto nervioso, hubiera disparado más de una vez, aleatoriamente, errando varios disparos, sin embargo esto no sucedió y el asesino únicamente tuvo que realizar un segundo disparo para terminar con la vida de su víctima en el acto.
Rafael Escudero
Acusados
Rafael Escobedo concedió una de las entrevistas más famosas en la historia de la televisión española al periodista Jesús Quintero. En ella reafirmo por activa y por pasiva su inocencia e incluso llegó a desmoronarse, dijo
“que había llegado al final”, lloró abiertamente y mostró la fragilidad de su condición humana. El 27 de julio de 1988, 14 días después de esa entrevista, apareció colgado en los barrotes de su celda de la cárcel cántabra de Dueso. Dicen que fue un suicidio (lo evidente es que antecedentes tenia, dos intentos para ser más exactos, uno cortándose las venas y otro mediante sobredosis de heroína, sin embargo en absoluto fueron tentativas concluyentes sino mas bien llamadas desesperadas de auxilio). Los informes psiquiátricos no revelaban a Escobedo como un criminal, sino todo lo contrario, por eso personalmente creemos que jamás cometió los crímenes (al menos de una manera directa) y que no fue un suicidio voluntario,
“lo quitaron del medio” y eso fue factible en gran medida gracias a esa entrevista. Mostrarse destruido frente a todos los telespectadores del país, salir deshecho y hundido fue sin duda la justificación perfecta para apartar a un hombre que sabía demasiado y que tarde o temprano habría acabado por confesar.
Nada se supo de Anastasio hasta que el 4 de diciembre de 1990 fue entrevistado por el mismo periodista,
Jesús Quintero (El Loco de la Colina) que entrevistase al malogrado Rafi, en una playa brasileña de Buzios, en Río de Janeiro.
Vicente Díaz Romero (Mayordomo)
Desde su casa en la Patagonia el que fuera uno de los prófugos más famosos de España sigue defendiendo que Escobedo no fue la persona que disparó contra los marqueses.
«Fue obra de un profesional», argumenta. Anastasio apunta como móvil del crimen un complot para facilitar la unificación entre el Banco Urquijo y el Hispano Americano, algo que jamás hubiera consentido el marqués. Y piensa que
entre los involucrados podría hallarse al menos uno de los hijos de la pareja, Juan de la Sierra. Según Anastasio, la coartada que presentó Juan para confirmar su inocencia es «totalmente falsa» y «no existió ningún interés por desmontarla».
Anastasio reconoció en la entrevista que la noche del doble asesinato llevó en coche a Rafi Escobedo hasta las cercanías de la vivienda de los marqueses. Días después de las muertes este mismo le dio una pistola para que se deshiciera de ella, algo que hizo arrojándola al pantano madrileño de San Juan.
«Coger aquel arma fue el mayor error de mi vida, sin embargo hoy lo hubiera repetido», dice ahora.
La pistola sería encontrada años más tarde por unos niños y entregada al Ayuntamiento de Pelayos de la Presa, de donde, de una forma que aún no ha sido explicada, desapareció para siempre. Dice que tuvo la suerte que le falto a Rafi:
«Un juez honrado e íntegro que formaba parte del tribunal que iba a juzgarme me dijo que me fuera, que iban a condenarme».
Javier Anastasio de Espona
El fugitivo Javier Anastasio de Espona, acusado por se el presunto coautor del asesinato de los marqueses de Urquijo en 1980, es hoy un hombre libre y puede volver a España sin miedo alguno a ser encarcelado. Los cargos que había contra él han sido retirados por la justicia, al declarar su prescripción teniendo en cuenta el largo tiempo transcurrido desde aquellos sucesos.
Esto pudo haber ocurrido aquella madrugada
Madrugada del 1 de agosto de 1980.
Cuatro individuos. Llegaron en dos coches. Uno se quedaría vigilando entretanto que los otros tres saltaban el vallado. Consultaron sus relojes, que marcaban las 03,30. Sabían que no había peligro alguno. Tenían estudiado adentrarse por la zona acristalada de la piscina.
En una bolsa portan un soplete, un martillo, una linterna y un rollo de esparadrapo. Sacan el martillo cubierto de tira adhesiva y dibujan un triángulo con esparadrapo en la superficie del cristal golpeando contundentemente en el centro. Los trozos de cristal quedaron unidos por el esparadrapo. Entran apartando la puerta rota.
Las tres personas, convertidas en sombras que se mueven rápida y silenciosamente, se encuentran la cristalera interior abierta, por lo que pasan al interior de la vivienda. Un joven moreno sostiene la
pistola del calibre 22 cargada con balas de alta velocidad, de la marca Winchester, Long Rifle, para tiradores exigentes. Según lo previsto, se encuentran delante de una puerta de madera maciza, cerrada, que les corta el acceso a la planta baja. Dos de los intrusos, se turnan con el soplete. Mientras, el tercero desprende el esparadrapo y borra las posibles huellas dejadas. En unos minutos logran un orificio suficientemente grande como para introducir un brazo y girar la llave en la cerradura, este sería el último impedimento que los separa de su objetivo. La puerta quemada se abre con un chasquido y se encaminan sin ruido con destino a la escalera de acceso a la planta superior, donde se encuentran los dormitorios de los marqueses.
El joven que empuña la pistola aprovecha para afianzar el tubo del silenciador, van directos al dormitorio principal, donde descansa
Manuel de la Sierra y Torres, de 55 años, marqués de Urquijo, quien ocupa la ancha cama –solo– y en la que duerme plácidamente, seguramente soñando que dentro de unas horas estará en su residencia veraniega de Sotogrande, Cádiz. Pero los asesinos están en su vivienda para quitarle de golpe todos sus sueños. El que empuña la pistola se dirige a la cabecera de la cama y le apunta por detrás de su oreja derecha. Apenas un instante después suena un ruido amortiguado y el marqués muere sin llegar a despertarse. Su asesino se deja llevar por un odio disfrazado y se arroja sobre él, apretándole el cuello y entretanto uno de sus cómplices forcejea con él para que lo suelte, la pistola –que está preparada como arma de precisión, con el gatillo suave– dispara otro tiro, que se incrusta en un armario.
El alboroto de la habitación despierta a
María Lourdes Urquijo Morenés, que duerme en un cuarto vestidor preparado como dormitorio. La marquesa padece una enfermedad que le provoca trastornos de habla y motricidad. Oficialmente ha dejado la cama conyugal, para no molestar a su marido cuando se queda leyendo por la noche. El ruido en la habitación la ha sacado de su sueño ligero y difícil. Se ha incorporado en su cama y llama a su esposo. El cómplice le arrebata el arma al otro y, a la débil luz de la mesilla de la marquesa, le dispara, sin sobresaltarse por la mirada de reconocimiento y sobresalto de la víctima, que abre la boca, justo por donde la entra la bala. Un segundo después recibe otro disparo, esta vez en la yugular, algo parecido al tiro de gracia en los animales. Un tiro que hace que se derrumbe muerta, salpicando de sangre las paredes de la habitación.
Los dos asesinos
se marchan sin apropiarse de nada. No registran los muebles, ni tampoco se entretienen a comprobar la billetera con el dinero y la documentación que queda abandonada sobre la mesilla del marqués. Abajo se reunen con el tercer hombre, y, en la calle, con el encargado de vigilar para que nadie les moleste.
La huida del lugar del crimen que ha roto la paz y llevado la muerte a la casa del Camino Viejo de Húmera, 27, de Somosaguas (Madrid) es tan rápida y eficaz como cuando llegaron.
Para la Policía, parece ser que fueron cinco los asesinos: los cuatro que fueron a la casa la noche del crimen y el cerebro o inductor de los asesinatos.
Pese a todo lo visto en lo que respecta a este cruel caso, lo que si que nos ha quedado totalmente claro es que 35 años después,
el crimen de los Urquijo sigue siendo todo un misterio.
- Documental -
Marco y Tulio
Fuente: archivo PDF
El crimen de los Urquijo, un caso sin esclarecer 35 años después
El asesinato de los Marqueses de Urquijo es uno de esos casos que por su repercusión mediática, por sus múltiples lagunas e irregularidade...
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