El primer Selfie (autofoto) fue tomado en Nueva York en 1920

Selfie fue la palabra del año en 2013 y 2014, durante estos años se ha asentado como una más de las cosas que se hacen al calor de internet y las nuevas tecnologías. ¿Pero qué conocemos como selfie? Un selfie es una autofoto, la clásica fotografía que uno se toma a uno mismo empleando un espejo para ello o simplemente girando la cámara (o en el tiempo de los smartphones y tabletas, usando la cámara frontal del mismo). Pero aunque parece que lo de los selfies es cosa de antes de ayer, en realidad tiene una larga historia.

Hace unos meses, por ejemplo, los medios estadounidenses redescubrieron (la foto ya había sido publicada, especialmente en los libros que recogen el amplio archivo fotográfico familiar de los Romanov) el selfie de la Gran Duquesa Anastasia, que había hecho en 1913 cuando aún era una niña de 12 años.

Se habló entonces de ‘selfie histórico’ y de los lejanos orígenes del selfie, aunque la historia de las autofotos va mucho más allá de los experimentos de la gran duquesa Anastasia y sus hermanos.


De hecho, otra imagen se acaba de unir a la lista de potenciales primeros selfies de la historia. Al menos, el selfie tal y como lo conocemos de alargar el brazo, girar la cámara y sonreír al objetivo. La imagen es de diciembre de 1920 y tiene detrás a los fotógrafos neoyorkinos de The Byron Company, unos señores serios, de una cierta edad y con aspecto retro.


Como la cámara era muy pesada (son las cosas que tiene la tecnología antigua), dos son los fotógrafos que la sostienen, como publica FastCompany.

Pero los orígenes del selfie pueden llevarse incluso más allá. Para empezar, las primeras fotografías son, muchas veces, capturas de los propios fotógrafos. Los tiempos de exposición eran entonces muy largos, por lo que para experimentar con el retrato casi mejor someterse unos mismos a la rutina.


¿Puede ser considerado este tipo de experimento un selfie? Si fuese así, el primer selfie de la historia podía ser esta imagen de 1839 de Robert Cornelius, que se guarda en la Biblioteca del Congreso. Cornelius tuvo que sentarse en el jardín de la casa familiar, empleando las mejores horas de luz.


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Fuente: archivo PDF