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terremotos
Hace menos de 20 años se tenía la idea de que la ciencia había encontrado por fin la clave para predecir terremotos graves. Ante el estupor mundial, funcionarios chinos en 1975 evacuaron la ciudad manchú de Haicheng tras advertencias de un terremoto, con lo que salvaron casi 100.000 vidas.

Los chinos tomaron en cuenta dos hechos: una serie de temblores leves y la variación en el nivel de los mantos freáticos. Sus sismólogos no sólo dieron la voz de alarma: anticiparon con precisión la fuerza del terremoto —7.3 grados en la escala de Richter—. Un año mas tarde, casi 250.000 personas murieron en tan intenso terremoto en las cercanías de Tangshan sin que los chinos hubieran advertido el peligro.

Cada año se registran más de un millón de terremotos —tan sólo en Japón se registran mil al día—. Muchos son tan leves qué sólo instrumentos muy sensibles pueden registrarlos. Otros, con la fuerza suficiente para devastar una ciudad, se presentan cada dos semanas. pero por fortuna debajo del mar o lejos de sitios habitados.

En los últimos 30 años se ha descubierto en detalle, a través del estudio de las placas tectónicas. La causa exacta de un terremoto. Las placas tectónicas, algunas de mayor tamaño que los continentes, constituyen el estrato superior de la Tierra, y están en movimiento constante porque flotan sobre océanos de roca fundida. Su movimiento ejerce una compleja y variada presión en el subsuelo. A veces una placa se desliza sobre otra, produciendo lentamente una gran tensión; o pueden chocar, casi siempre con efectos cataclismos. Es precisamente esta gama de posibilidades la que dificulta predecir con exactitud un terremoto.

A esta red de complejidades puede agregarse una mas

Así como dos terremotos no son iguales, tampoco lo son las regiones propensas a temblores fuertes. Por ejemplo, California yace sobre dos placas, Japón está situado sobre tres. En Estados Unidos, la mayoría de los sismos se inician en tierra; en Japón generalmente se originan en el lecho marino.

Determinar entre un terremoto y un sismo leve es en esencia el problema a cuya solución Japón y Estados Unidos destinan enormes sumas. Los sismos pequeños no pueden ser ignorados, porque los científicos creen que pueden ser precursores de una catástrofe. Tampoco hay que sobreestimar sus efectos: imagínese la evacuación de una gran metrópoli por un terremoto que no suceda. Para registrar los suaves murmullos de la corteza terrestre, los sismólogos japoneses han sepultado instrumentos sensibles a una profundidad de más de 3 Km., a fin de evitar las vibraciones ocasionadas por el tránsito.

Los observadores de sismos no solo dependen de la ciencia: durante siglos han registrado el extraño comportamiento de ciertos animales, entre estos las aves, unas horas antes del desastre. Sabemos que los perros pueden oír sonidos que son imperceptibles para el ser humano. Quizás los animales escuchen los ecos distantes de una inminente onda de choque y comiencen a sentir pánico.


Fuente: portalplanetasedna

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Pedro Luis Cenzano Diez (Administrador)
Yolanda Torres Cerezo (Supervisora)

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