Los indios jíbaros (llamados jíbaros, nombre considerado despectivo por los shuar que data de la época de la conquista) que habitan al norte del río Marañón, en el altiplano ecuatoriano, tienen la desagradable tradición de reducir al tamaño de una pelota las cabezas de sus enemigos muertos en combate. En una grandilocuente ceremonia -dirigida por el hechicero de turno- la cabeza reducida o tsantsa pasa a ser un trofeo para el que la posee y un talismán de buena suerte para el guerrero que derrotó a su adversario. Cuenta la leyenda que todo aquel que tiene en su poder una tsantsa adquiere unos poderes sobrenaturales, y así de esta manera está a salvo de los espíritus malignos.
El proceso íntegro de la reducción, hoy día, sigue siendo un misterio para la ciencia. Después de haber "pelado" la cabeza recién degollada, los indios la introducen, condimentada con unos extraños brebajes, en un caldero con agua hirviendo. Tras la cocción, los jíbaros extraen el contenido de la calavera y, una vez limpia, es cubierta con una mezcla de tierras y rodeada con piedras calientes. Pasado un tiempo, la desentierran y aparece una cabeza reducida del rostro del guerrero del tamaño de un puño, eso si, sin haber modificado su fisionomía. Parece ser, que el secreto de esta tradición está en la composición de las pócimas que los chamanes jíbaros guardan celosamente desde tiempos pasados.
- Vídeo -
Fuente: archivo PDF
0 comentarios Google 0 Facebook