
Cuando (San) Jerónimo elaboró por encargo del Papa la primera edición completa en latín del Nuevo Testamento, lo desesperaron las numerosas contradicciones, imperfecciones y diferentes posibilidades de significado de la materia bíblica. El escribió a su mandante diciéndole que las generaciones venideras le juzgarían como "falsificador de la Biblia", por haber tenido que escoger y, según su propio criterio, decidir, lo que él consideraba como correcto o falso, como incompleto y necesario de completar. El dijo haber tenido que "añadir algunas cosas y cambiar otras". Y lo que permaneció sin ser tenido en cuenta fueron los llamados "escritos apócrifos", que no encontraron cabida alguna en el texto bíblico oficial. Fueron destruidos en parte, o permanecieron más de un milenio perdidos, habiendo sido descubiertos de nuevo en tiempo reciente.
Con todo ello la Biblia se muestra como el torso de una estatua sin terminar, como una obra incompleta. Mucho de lo que Jesús de Nazaret dijo e hizo, no está incluido en ella; y no se puede dar crédito a todo lo que allí se "informa". Esto vale también para la pregunta sobre la actitud de Jesús y Sus discípulos ante el consumo de carne, y para la pregunta de si el Nazareno no dijo realmente nada sobre el trato a los animales, aparte de que el buen pastor vaya en busca de cada oveja, pudiendo hacerlo también en sábado. Entretanto se encontró en textos apócrifos que El advirtió a los hombres sobre el consumo de cadáveres, para que ellos mismos no fueran comidos como un cadáver. Se sabe también que Jacobo, el hermano de Jesús, vivió siendo vegetariano. Y autores del siglo II informan que muchos apóstoles lo hicieron de la misma forma.
Sin embargo, la Iglesia oficial que se estaba formando, se atuvo al desprecio de la Biblia por los animales según los textos bíblicos oficiales, lo que decidió el destino de los animales para los siguientes 2000 años. En concordancia con el derecho romano se les trató como cosas, como seres sin alma, como medio para que seres humanos consiguieran sus propósitos con ellos, abandonados a todo tipo de violencia por parte del hombre. El placer de comer carne se convirtió de hecho en un dogma y el vegetarianismo fue considerado propio de herejes, por ejemplo con los cátaros, que en el siglo XIII fuero quemados por miles a causa de vivir como cristianos de forma diferente a como lo quería la Iglesia.
Fuente: diariosigloxxi
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