
La moda y el cine han caminado juntos prácticamnete desde la aparición de éste último, ayudándose el uno al otro a crecer.
El Cine y la Moda se encuentran muy ligados, aunque no siempre ha sido así. Deberíamos remontarnos a aquella época en la que las películas eran en blanco y negro, donde los efectos especiales escaseaban y la censura impedía al espectador muchas veces, ver o escuchar lo “inapropiado”.
En esta época pues, Adrian, se debatía tras la cámara para lograr cambiar la imagen de una Greta Garbo, poco afamada entonces. Este diseñador nacido en Conneticut en 1903 fue el primero que aprendió a utilizar la ropa como un instrumento para disimular las imperfecciones físicas. ¿Las hombreras? No eran más que una forma de ensanchar la espalda para compensar unas caderas anchas y sin embargo, los vestidos de espaldas anchas comenzaron a venderse súbitamente durante los años 30 y 40. ¿Tanta influencia podía tener una mujer por tan sólo aparecer en una pantalla de cine? Sí, la tenía y si no miremos ese sombrero verde de alas flexibles utilizado por Greta Garbo y que ha pasado a la historia.
El cine era algo novedoso y 90 millones de espectadores acudían a él, semana tras semana, ansiosos de ver el último estreno. Las personas buscaban vivir a través de la pantalla esas grandes historias de amor, de lucha, donde la heroicidad, la bondad y la belleza triunfaban y la maldad era siempre o casi siempre castigada. ¿Quién no iba a querer parecerse a Audrey Hepburn, elegantemente vestida con un traje negro y desayunando frente a la joyería Tiffany’s de Nueva York? Así la sensación que se transmitía era que si fumábamos esos cigarrillos largos, nos vestíamos con un vestido similar y en definitiva, nos parecíamos a ella, nos encontrábamos más próximos a vivir una historia semejante.

Las personas querían verse identificadas con el cine y así cuando les gustaba lo que veían lo imitaban. Para los diseñadores, la publicidad que les suponía que sus creaciones salieran adheridas a un cuerpo como el de Katharine Hepburn, mito de la moda, era un prestigio sin precedentes.
La mejor etapa para la Moda en el cine se dio en los años 30 después de que en 1910 se estrenara la primera película en color. Esto rompía con todo lo anterior, y el juego de luces y tonos vestían de nuevo un escenario, donde la multiplicidad de telas y texturas cobraban vida. Paralelo a esto empezaron a aparecer revistas e incluso Paul Poiret se sirvió de la gran pantalla para proyectar un documental sobre sus colecciones, que posteriormente fue prohibido al considerarse obsceno por mostrar imágenes de mujeres con falda-pantalón. Las cosas hasta hoy han cambiado mucho.
Ejemplos de la repercusión de la Moda en el cine podemos verlos en personajes como la actriz Deanna Durban que propició con su vestido blanco en Mujercita que miles de madres lo copiaran para el baile de graduación de sus hijas o Jane Russell que tras mostrar sus “curvas” en Outlaw hizo que las redondeces en el vestir se pusieran de moda.
En la actualidad cuando vamos al cine no nos llama tanto la atención un traje, puesto que la difusión de la moda es mucho mayor. No existe sólo una pantalla por la que mostrarnos lo que es trendy, porque las revistas de moda, los desfiles, conferencias y demás acontecimientos nos ponen al día de lo que sucede y de los cambios que se producen.

Aún así, me gustaría recordar que aunque la palabra glamour parezca rodear a todo lo “hollywoodiense”, la Moda es mucho más que pasearse con un vestido de Chanel por una alfombra roja. Prácticamente todas las prendas que llevamos tienen una historia, fueron llevadas por alguien o incluso se dieron a conocer en un cuerpo como el de Marylin. A pesar de esto, no tenemos que sentir que nos debería quedar igual que a todos esos personajes o incluso querer que nos quede igual, porque la magia de la Moda reside en poder transformarla para transmitir como somos en realidad.
Laura Searle
Fuente: archivo PDF
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