Los sismólogos llevan décadas pronosticando que un gran terremoto, el "Big One", se producirá en la Falla de San Andrés y devastará la superpoblada región de California. Esta misma predicción se hacía para Japón desde el terremoto del Gran Kanto en 1923 que devastó la región de Tokio y causó 150.000 víctimas. De los recientes acontecimientos, expertos españoles deducen que el país del Sol Naciente sufrió el 11 de marzo su "Big One".
La energía producida por el rozamiento de las placas tectónicas se ha estado acumulando durante décadas en la región del epicentro del terremoto de magnitud 9.0 en la escala Richter que hace unos días sacudió Japón. El 9 de marzo comenzó la liberación repentina de esta energía con un terremoto de magnitud 7.2. El día 11 ocurrió el evento principal, el "Big One", con una magnitud de 9.0, y fue seguido en los días posteriores por cientos de réplicas de magnitudes superiores a 6 y 7 que siguen sacudiendo el ya maltrecho país, según ha explicado en una nota de prensa la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Japón se sitúa dentro del “anillo de fuego del Pacífico”. Este anillo es una franja estrecha que bordea el Océano Pacífico caracterizada por tener las mayores tasas de actividad volcánica y sísmica. En la zona confluyen cuatro placas tectónicas: la Euroasiática, la Filipina, la Norteamericana y la Pacífica. Los terremotos se concentran en los límites de las placas y tan sólo a 50 kilómetros del Sur de Tokio, la zona más poblada del país, se sitúa el límite entre la placa Norteamericana y la Euroasiática. Precisamente en este límite es donde se produce uno de los mayores movimientos de las placas tectónicas en la Tierra.
La placa Pacífica se desliza por debajo de la Norteamericana a una velocidad aproximada de 9 cm por año, en un proceso que llamamos “subducción” y en el que se produce una gran deformación de la corteza y se generan grandes fallas sísmicas “inversas”. Estas fallas suelen ser las causantes de los terremotos más destructivos del planeta y están asociados frecuentemente con tsunamis. Los resultados preliminares de la localización del epicentro, su profundidad y su modelo de ruptura indican que tanto el evento principal como las fuertes réplicas se relacionan con dicha subducción.
Japón presenta una larga tradición de grandes terremotos y tsunamis, y de hecho la palabra tsunami es de origen japonés y significa “ola de puerto o de bahía”. Como muchas otras culturas antiguas que poblaban las zonas sísmicas, el folklore japonés creó una explicación para los terremotos. La tradición culpaba a la acción de un pez gato gigante conocido como Namazu. Este pez vivía enterrado en el barro debajo de la superficie de la tierra y cuando los dioses querían castigar al pueblo, lo liberaban de modo que él se agitaba y removía generando las sacudidas del terreno. Además de los tsunamis históricos que Japón ha sufrido, destacan también los más recientes: de 1896, con 27.000 víctimas, y el de 1933, con 3.000.

Japón, siendo consciente del peligro al que está sometido, es uno de los países que más ha invertido en investigación sobre peligrosidad sísmica. Poseen centros de investigación puntera en sismología y geología de terremotos. Una de sus insignias es tener el mejor barco científico, el Chykiu, con el que pueden perforar la corteza terrestre desde el fondo del mar hasta 7 km de profundidad y así poder estudiar las fallas sísmicas causantes de los grandes terremotos. Cuando se desató el terremoto del pasado 11 de marzo, el Chykiu estaba atracado en Hachinohe, puerto del noreste de Japón, y debido a los daños sufridos por el tsunami ha tenido que cancelar su actual misión.
En la Universidad Complutense de Madrid se están investigando las fallas sísmicas en los fondos oceánicos, en especial aquellas ligadas a los procesos de subducción. Éste es uno de los objetivos del grupo de investigadores liderado por Andrés Carbó Gorosabel, del Departamento de Geodinámica de la Facultad de Ciencias Geológicas de la OCM. Durante la última década este grupo de geólogos y físicos se ha centrado en investigar la zona del noreste del Caribe; región recientemente afectada por el terremoto del 12 de enero del 2010 en Haití. Este terremoto liberó 30 veces menos energía que el de Japón y no generó un tsunami, pero dejó un balance de aproximadamente 230.000 víctimas, ya que temblor del terremoto devastó las débiles y vulnerables edificaciones de Haití. Casos como el de Haití y el de Japón nos muestran que las fallas sísmicas pueden permanecer tranquilas durante décadas e incluso cientos de años y después liberar la energía de deformación acumulada de forma repentina.
Fuente: muyinteresante.es/el-terremoto-del-11-de-marzo-fue-el-qbig-oneq-nipon
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