Augustine Tolton

Durante la guerra de Secesión de Estados Unidos una madre esclava y sus tres pequeños hijos consiguieron escapar de sus raptores tras un largo viaje desde Missouri a Illinois del Norte. Al conseguir la libertad para ella y sus tres hijos se arrodilló e imploró al cielo diciendo "Ahora son libres, no se olviden de la bondad del Señor".

Aquel momento llegaría a marcar la vida de uno de ellos, nos referimos a Augustine Tolton, quien unos años más tarde se convertiría en el primer sacerdote afroamericano de su país. Nació en Missouri el 1 de abril 1854 bajo el cobijo de una familia católica de esclavos. El padre de familia había perdido la vida durante la guerra tras alistarse en el ejército de La Unión.

Después de huir del sur la familia Tolton llegó a un barrio segregado de la ciudad de Quincy (Illinois), donde comenzó a asistir a la iglesia. Sin embargo, también se encontraron allí con el racismo de algunas congregaciones religiosas del norte a las que le molestaba la llegada de personas negras del sur.

La situación de la familia Tolton comenzó a mejorar cuando terminó la Guerra Civil, alzándose con la victoria el norte, momento en el que llegaría el fin de la esclavitud en los Estados Unidos. La familia consiguió trabajo y el joven Augustine entró a trabajar como talabartero.

Sin embargo, y a pesar de todo, Augustine nunca abandonó sus raíces católicas, sino todo lo contrario, su fe iba en aumento día tras día. Con su familia rendía culto en la iglesia San Pedro (Quincy) llegando a servir como monaguillo y más tarde como catequista.

Un día estaba rezando en la iglesia y el párroco Brian McGirr le preguntó por el motivo de sus plegarias. Augustine, avergonzado le dijo que oraba por su deseo y vocación al sacerdocio.

El Padre McGirr decidió ayudarlo para que este se pudiera convertir en lo que más deseaba, ser sacerdote. Sin embargo, las formalidades para acceder al seminario se volvieron bastante complejas ya que esta era la primera vez que un chico de color negro quería ingresar en un seminario de América. Todas las cartas que se enviaban eran rechazas con diferentes excusas, incluso las que iban destinadas a distintas órdenes religiosas, siendo ignoradas y menospreciadas.

Ante tal negativa Augustine siguió trabajando como talabartero, consiguiendo varios ascensos. Asistía a la Iglesia en cuanto le era posible, rezaba todos los días, hacía catequesis, y sobre todo tenía gran fe en Cristo.

Durante este tiempo sólo su madre y el Padre McGirr sabían de la frustración y tristeza que este padecía al sentirse rechazado por la Iglesia de su país. Sin embargo, él nunca llegó a culpar a la Iglesia Católica, sino que entendía que ésta estaba constituida por pecadores.

Augustine Tolton

Augustine nunca consiguió estudiar en un seminario de los Estados Unidos, sin embargo transcurrido un tiempo logró ser aceptado en la Universidad Pontificia de Roma, siendo ordenado sacerdote en 1866. El 21 de febrero de 1880 viajó a Europa, siendo este día cuando realmente pudo convivir en un ambiente libre de discriminación racial.

Para su sorpresa, y después de algunos años de preparación, fue enviado a los Estados Unidos en 1886 para ser ministro de Dios en Quincy, lugar en el que vivió años atrás. Las autoridades de Roma no encontraron ningún motivo por el que no pudiese atender a sus feligreses allí, al menos en lo que se refería a los de su propia raza. El regreso del ahora Padre Tolton causó un gran revuelo. En la estación de Quincy le esperaba una gran multitud para darle la bienvenida.

Tres años después de su llegada a los Estados Unidos, el Padre Tolton fue destinado por el Obispo a un distrito humilde de Chicago, al sur de la ciudad. Allí empezó a recolectar fondos con el fin de poder construir lo que después sería la iglesia de Santa Mónica, destinada para ayudar a la población de raza negra que sufría pobreza, falta de educación y las secuelas de la esclavitud.

El Padre Augustine vivió como un pobre más, fue una persona culta y buena con los demás. Nunca se llegó a quejar de nada, teniendo sus plegarias siempre presentes. Desgraciadamente y a la temprana edad de 43 años, cayó al suelo desplomado como consecuencia de una ola de calor que se sufrió en Chicago el 9 julio de 1897.

Fue enterrado en Quincy en una humilde tumba en la Iglesia de San Pedro, tal y como él lo había pedido en vida. Y aunque en sus años de juventud fue rechazado en aquel lugar, fue allí donde aprendió a amar a Dios y a servirle por medio de la Iglesia Católica como monaguillo y catequista.

Enterrado en ese año de 1897, y habiendo entrado en la misteriosa libertad de los Hijos de Dios donde no hay griego, ni judío, ni esclavo, el Padre Agustín Tolton era ahora, y para siempre, verdaderamente libre.

En el año 2011 y después de una investigación a petición de la Arquidiócesis de Chicago, el Padre Agustín Tolton fue nombrado: Siervo de Dios. Hoy su ejemplo es "piedra viva" para las nuevas generaciones de sacerdotes de raza negra.

- Vídeo (Inglés) -



Fuente: aciprensa.com/noticias/estados-unidos-conoce-la-inspiradora-historia-del-primer-sacerdote-de-raza-negra-28286
Augustine Tolton, el primer sacerdote negro de Estados Unidos Augustine Tolton, el primer sacerdote negro de Estados Unidos

Durante la guerra de Secesión de Estados Unidos una madre esclava y sus tres pequeños hijos consiguieron escapar de sus raptores tras un la...

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marzo 26, 2018

San Patricio

Cada año, el 17 de marzo se rememora la muerte de San Patricio, patrón de Irlanda. Fecha marcada en el calendario por toda la comunidad irlandesa, llegando incluso a casi todas las partes del mundo, motivo por lo que en este día es frecuente ver a muchas personas vestidas de verde y consumiendo cervezas para celebrar Sain Patrick´s Day. Pero, ¿quién fue San Patricio y por qué se celebra este día?

La historia de San Patricio

Lo primero que debes conocer es que San Patricio de Irlanda ni era santo ni tampoco se llamaba Patricio y mucho menos era irlandés, nació en Killatrick, aprox. en el 400 d.C. Su nombre verdadero era el de Maewyn Succat, siendo de origen escocés y era hijo de una familia perteneciente a la iglesia Cristiano Romana.

Con sólo 16 años fue raptado por piratas, llegando a ser vendido como esclavo en Irlanda. Allí, mientras estaba al cuidado de ovejas y rodeado de perros pastores empezó a sentir la fe en Dios, y después de 6 años como esclavo su fe le hizo caminar aproximadamente 300 kilómetros a lo largo de la costa hasta hallar un navío que lo llevaría hasta la Bretaña francesa.

Encontrada su libertad, se ordenó como sacerdote en Roma, adoptando el nombre de Patricio (que significa padre de todos los ciudadanos). Con ese nombre vuelve a Irlanda, donde es capaz de convertir al pueblo al catolicismo sin menospreciar las creencias que hasta ese momento prevalecían en el lugar. La palabra y acciones de Patricio se fueron extendiendo a lo ancho y largo de la isla (por aquel entonces pagana), llegando a ser hoy en día el país con más católicos de Occidente, después de España e Italia.

Duende de San Patricio

Dónde y cómo se celebra San Patricio

Aunque no lo creas y para tu sorpresa el día de San Patricio tampoco tiene su origen en Irlanda, sino en los Estados Unidos, país en el que los inmigrantes empezaron a conmemorarlo con el fin de mantener vivas sus raíces irlandesas. Con el paso de los años esta fiesta ha llegado a extenderse por todo el mundo y su capital, Dublín, acoge todos los años a miles de turistas para festejar durante cuatro incansables días el día de San Patricio.

En muchos lugares continúa teniendo gran protagonismo la parte religiosa de esta festividad, pero esencialmente se trata de unos días de reunión y celebración, eso sí, siempre acompañada de música y cerveza, aprovechando muchos de ellos para lucir sus disfraces y pasar unos días de fiesta en homenaje a este Santo.

Fiesta de San patricio

¿Cuál es el significado del trébol y por qué todos visten de verde?

Según una leyenda irlandesa San Patricio empleaba el trébol verde de tres hojas para hacer comprender a los paganos irlandeses el significado de la Santísima Trinidad. Siendo de esta manera, que les hacía entender que Padre, Hijo y Espíritu Santo pueden considerarse tres elementos distintos o el mismo. Hoy y después de tanto tiempo sigue siendo el símbolo más importante del país, al igual que los colores de la bandera de Irlanda, cuya tradición cuenta que en el día de San Patricio el que no se vista con prendas verdes será encontrado y pellizcado por un duende.

Lo que comenzó como una celebración religiosa en honor a la vida de un santo irlandés, acabó transformándose en una fiesta de orgullo nacional, siendo en la actualidad, también celebrada en muchas partes del mundo.

- Vídeo -



Vídeo: Un día como hoy (YouTube)
Fuente: saberia.com
¿Por qué y desde cuándo se celebra el día de San Patricio? ¿Por qué y desde cuándo se celebra el día de San Patricio?

Cada año, el 17 de marzo se rememora la muerte de San Patricio, patrón de Irlanda. Fecha marcada en el calendario por toda la comunidad irl...

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marzo 13, 2018

Bombilla de Thomas Alva Edison

Antes de inventar la bombilla, Thomas Alva Edison (1847 - 1931) realizó más de mil pruebas, llegando hasta el punto de que uno de los discípulos que le ayudaba en el taller le preguntó si no se desanimaba ante tantos fracasos. A lo que Edison respondió: "¿Fracasos? No sé de qué me hablas. En cada descubrimiento me enteré de un motivo por el cual una bombilla no funcionaba. Ahora ya sé mil maneras de no hacer una bombilla".

Pero va más allá la paciencia de este inventor tan prolífico -al que se le atribuyen más de 1300 patentes-. Cuando tenía 32 años, tuvo la paciencia de estar aproximadamente durante 800 días y 800 noches ensayando con seis mil fibras diferentes, del tipo vegetal, mineral, animal e incluso humana, llegando hasta a probar con un pelo de la barba rojiza de uno de sus colaboradores.

Por fin y después de incesantes pruebas, el 21 de octubre de 1879 Edison realizó la primera demostración pública de la bombilla incandescente ante más de tres mil personas reunidas en la ciudad de Menlo Park (California). Esa primera bombilla consiguió estar encendida durante 48 horas de manera ininterrumpida.

- Vídeo -



Fuente: sabiask.com
El invento de la bombilla, fruto de la paciencia de Edison El invento de la bombilla, fruto de la paciencia de Edison

Antes de inventar la bombilla, Thomas Alva Edison (1847 - 1931) realizó más de mil pruebas, llegando hasta el punto de que uno de los dis...

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marzo 10, 2018

El contexto filosófico

Los griegos decían psyché (de aquí viene Psicología) y sôma (de aquí viene Somatología). Los latinos decían anima (alma) y corpus (cuerpo). El hombre es alguien psicosomático: es cuerpo (sôma) y alma (psyché). Ahora bien, el hombre no puede reducirse sólo a su cuerpo, ni tampoco sólo a su alma. En última instancia, ¿quién es? ¿Su alma? ¿Su cuerpo? ¿Cuál es principal en el hombre? Ha habido diversas respuestas.

En primer lugar, algunos piensan que existe un antagonismo entre el alma y el cuerpo, y sobrevaloran ésa respecto a éste. Para Platón, el cuerpo es causa del error y del mal, y considera que es cárcel del alma. Hace decir a Sócrates que el verdadero filósofo va a encontrarse con la muerte para liberarse del influjo pernicioso del cuerpo. La unión del alma con el cuerpo es un estado transitorio, accidental. El alma existe antes que el cuerpo, y seguirá existiendo cuando éste muera. Esa unión del alma con el cuerpo es algo antinatural: el lugar propio del alma es el mundo de las ideas, de donde cayó para unirse a un cuerpo y a donde volverá. El alma con respecto al cuerpo es como el marino con relación a la nave. El hombre es su alma, que se vale de un cuerpo.

Alma y cuerpoInfluido por la filosofía platónica, Agustín de Hipona piensa que en el hombre existen dos sustancias distintas, espiritual la una, material la otra. El hombre es, propiamente hablando, su alma: es un alma racional que se sirve de un cuerpo mortal y terrestre. Pero, al contrario que Platón, san Agustín niega la preexistencia de las almas.

Descartes llega al extremo del dualismo al considerar el alma y el cuerpo como dos sustancias tan absolutamente distintas, independientes y separadas que al filósofo francés se le plantea el gravísimo problema de su comunicación. Recurre a la extraña y débil teoría de la glándula pineal como punto de interacción entre el alma y el cuerpo. Malebranche opina que, como no hay ni puede haber comunicación ninguna entre las dos sustancias, Dios provoca a una con ocasión de la acción de otra. Leibniz hablará de la armonía preestablecida.

En segundo lugar, otros piensan que junto al cuerpo existe el alma, pero que el hombre no es sólo su alma ni sólo su cuerpo, sino la unión de alma y cuerpo. El alma y el cuerpo no son dos sustancias distintas, sino que el hombre constituye una única realidad psicosomática.

Escribe repetidamente Tomás de Aquino que el hombre no es sólo alma, sino alguien compuesto de alma y cuerpo. El alma no es el hombre, sino sólo una parte del hombre. Esta tesis la defendió vigorosamente frente a una tradición que había acentuado los caracteres de espiritualidad e interioridad, y se había fijado sólo en el alma. Para muchos era suficiente que se diera el alma en la persona; las almas separadas del cuerpo continuaban siendo personas. Según Aquino, sin embargo, el alma separada del cuerpo no es hombre, no puede llamarse persona ("anima separata non potest dici persona"), a pesar de que lo afirmara la autoridad de Pedro Lombardo y otros seguidores del platonismo que ponían todo el ser sólo en el alma. Lo mismo ocurre con el cuerpo. Para ser persona se exige que exista el todo completo: "ad rationem personae exigitur ulterius quod sit totum et completum" (In III Sententiarum, d. 5, q. 3, a. 2).

Esa concepción del hombre como unidad de cuerpo y alma es la que predominará, a la larga, en nuestra cultura occidental. Sin embargo se sigue deslizando una cosificación del hombre, al entenderlo como sustancia, ya que Santo Tomás —que concibe la persona como una sustancia compuesta— está condicionado por Aristóteles, cuyo tratado De Anima es uno de sus escritos de Física, y que recurrió a la idea de ousía —traducida al latín por substantia— para entender la realidad del hombre. Incluso "si se piensa en lo que se ha llamado la creación del alma, se desliza, quiérase o no, una cierta cosificación y, por tanto, una pérdida de esa condición personal", escribe Marías en Antropología metafísica. Debería decirse creación de la persona o de mí. El planteamiento aristotélico-tomista se resiente de sustancialismo, cosismo o materialismo. Marías descosifica la persona, la humaniza, habla de vida humana, mi vida o yo. A diferencia de las cosas, en el hombre es clave su biografía, sus quehaceres, su hacienda —no su sustancia—, su historia o quién es —no su naturaleza o lo que es—, sus elecciones, sus proyectos, su vida tan personal, tan irreductible.

Cuestión debatidísima es la de la inmortalidad del alma. Para Aristóteles, en todo ser viviente el alma es la forma del cuerpo: ambos constituyen una única sustancia natural, y cuando el cuerpo perece, el alma también muere. Porque para él, el alma es tan corruptible como el cuerpo. Aparte del alma que no es inmortal, Aristóteles admite la existencia en el hombre de un entendimiento incorruptible, no personal sino el mismo para todos los hombres. ¿Qué quiere decir esto? Como Aristóteles no lo dejó claro, surgirán después múltiples interpretaciones.

Una de ellas fue la de Averroes, quien al ofrecer un aristotelismo puro, sin adherencias, afirma que el alma de cada hombre no es inmortal, sino tan perecedera y corruptible como su cuerpo. Lo único inmortal es el entendimiento que está presente en todos los hombres, pero que es el mismo para toda la Humanidad: es el entendimiento que corresponde a la esfera de la Luna. Esta lunática tesis será una de las del averroísmo latino.

Otra interpretación es la de Santo Tomás: opina que el entendimiento inmortal de que hablaba Aristóteles no es el mismo para toda la Humanidad, sino que se trata de la facultad superior del alma, que por supuesto es inmortal e incorruptible (aunque el alma separada del cuerpo no es persona para Aquino).

Más adelante el aristotelismo moderno tuvo dos corrientes enfrentadas: la averroísta, representada por Martín Nifo, y la alejandrinista, por Pedro Pomponazzi, pero ambas coinciden en negar la inmortalidad individual del alma.

Alma y cuerpoSi Aristóteles parecía negar la inmortalidad del alma humana, igualmente lo haría con la del animal, que equipara al esclavo y a la mujer. Algunos afirman que los animales no tienen alma, lo cual es una incongruencia por lo menos lingüística, ya que animal quiere decir precisamente que tiene alma, anima en latín. Una de las célebres veinticuatro tesis tomistas dice tremenda, lapidariamente, que a diferencia del alma humana que es incorruptible e inmortal, el alma de los seres sensitivos se corrompe con la muerte de éstos. (No hay nada en la Revelación cristiana que niegue la inmortalidad de los animales; más bien al contrario. La Sagrada Escritura no sólo está llena de antropomorfismos, sino también de teriomorfismos para referirse a Dios). Según el dualismo cartesiano, los animales son sólo máquinas.

En realidad, como señala Julián Marías en La indagación sobre el hombre y en Antropología metafísica, el hombre aparece como una especie de animal particular. La palabra animal no se contrapone primariamente a la de hombre, sino que éste aparece como una "variedad: animal parlante, animal político" o "animal racional". Lejos de haber una contraposición primaria entre animal y hombre, hay un concepto genérico —animal— al cual pertenece también el hombre, como una especie muy particular. En griego, ánthropos (hombre) no se opone a zôon (animal), sino a theós (dios). Y theós no se opone fundamentalmente a ánthropos, sino a brotós (mortal). De un lado están los dioses (inmortales; éste es su principal atributo); los demás (animales, incluido el hombre) son mortales. Para Marías, el hombre es el animal que tiene una vida humana.

A diferencia de las cosas, los animales — tanto los que tienen vida humana como los que no— lo son porque están animados. No son cuerpos inertes, inánimes o exánimes. La cuestión adquiere nueva luz cuando se habla de vida eterna o vida perdurable, de la que Dios hace participar a sus criaturas. Las ha creado, las ha animado; ¿acaso no las recreará, las reanimará?

El contexto religioso

Hay que tener en cuenta que el hombre es designado en la Biblia con diversos vocablos indistintamente, pero considerándolo como una unidad vital. Las palabras hebreas basar, nefesh, rûah, y las grie gas sárx, sôma, psyché, pneûma, designan, cada una de ella s, a la persona. Su respectivo significado oscila según los distintos libros y contextos. Todas esas palabras son sencillamente medios lingüísticos para expresar los aspectos diversos de la persona, su realidad psicosomática, su comportamiento moral, su estado natural y sobrenatural, su relación con Dios o su pervivencia tras la muerte.

La Teología de los primeros siglos del Cristianismo puso en relación el texto bíblico —que es ajeno a cualquier dualismo— con la antropología helenística, generalmente dualista y que suele concebir el cuerpo como principio del mal. Esa Teología defiende la unidad psicofísica del hombre, idea poco familiar para los griegos. A pesar de ello, en los primeros siglos del Cristianismo, muy influido por la poderosa filosofía neopla tónica, se concibe al hombre como compuesto de dos sustancias, alma y cuerpo. La teoría cristiana sobre el hombre va elaborándose con vacilaciones hasta el siglo XIII, con Santo Tomás de Aquino, que utiliza el hilemorfismo aristotélico (cuerpo o materia; alma o forma), modificado principalmente para explicar la resurrección.

La concepción del hombre como sustancia compuesta de materia y forma quedaba dentro de una teoría hilemórfica general con la que, desde Aquino, los científicos comprendían todo el Universo. Esta arcaica teoría ha quedado obsoleta, desfasada y se ha abandonado, pero en el caso particular del hombre se sigue utilizando por el tomismo. Aunque el magisterio eclesiástico se haya servido de categorías tomistas, parece que sólo ha tenido con ello la intención de explicar satisfactoriamente así, según los distintos contextos histórico-culturales, la unidad del hombre en sus dos dimensiones.

Hay científicos actuales que explican al hombre recurriendo a categorías nuevas, más acordes, que superan, por un lado, el dualismo alma-cuerpo, y por otro el mero materialismo. Pedro Laín Entralgo lo ha hecho así, principalmente en sus obras Cuerpo y alma, Alma, cuerpo, persona, Idea del hombre y Qué es el hombre. Algunas de sus afirmaciones, absurdamente, han sufrido la injusticia del ataque o la censura de ciertos elementos clericales. Tiene razón Laín cuando escribe que, en su opinión, "no es preciso admitir la existencia de un alma espiritual para explicar aceptablemente que el hombre sea imagen y semejanza de Dios y que su vida personal puede ser perdurable" (Qué es el hombre).

Es incompleta la definición del hombre como animal racional (peor todavía sería decir que tiene un alma racional, y que otros seres la tienen sólo sensitiva o vegetativa). Si Dios es amor, entonces las definiciones del hombre como animal racional o sus equivalentes, según Marías, "no recogen lo esencial desde la perspectiva cristiana… La inteligencia o racionalidad son menos relevantes desde el cristianismo que el amor. Por eso el hombre aparece como criatura amorosa, subrayando con igual energía ambos términos" (La perspectiva cristiana).

Alma y cuerpoEl dualismo religioso actual viene principalmente motivado porque, en lenguaje escatológico, suele hacerse hincapié en las almas de los difuntos, entendidas como separadas de sus cuerpos. Esto es platonismo. En lugar de decir "por el alma de...", habría que hablar de las personas mismas (el alma sin el cuerpo no es persona). El amor es psicosomático; la criatura amorosa es alma y cuerpo, imagen y semejanza de su Creador.

Cuando Cristo crucificado se dirige al buen ladrón no le dice "hoy tu alma estará conmigo en el Paraíso", sino que hace referencia a su persona: "hoy estarás conmigo en el Paraíso". Cierto que en nuestra cultura la palabra alma tiene muchos significados. Marías escribe que "a última hora, en el contexto en que ahora nos movemos, equivale a ‘yo’, tomado con todo rigor: yo mismo. Algo que es evidente cuando distingo quién soy de lo que soy, entre otras cosas mi cuerpo mortal. Por debajo de todo, ‘alma’ designa la persona que yo soy, la que es cada uno de los hombres cuando los veo como tales, no como una variedad muy particular de las cosas". (La perspectiva cristiana).

También hay que considerar que en el Cristianismo ha prevalecido la teoría —que hunde sus raíces en el neoplatonismo— acerca del desprecio de la carne, de cierto anticorporalismo. Recuerda Julián Marías que el neoplatonismo ha tenido una influencia tremenda en el pensamiento cristiano: "hay una fuerte corriente de esa inspiración, con ascetismo como hostilidad a la carne, anticorporalismo, etc.,que se da dentro del cristianismo, pero en alguna medida lo desvirtúa y perturba" (La indagación sobre el hombre).

Conviene por ello recordar la importancia del uso cristiano de la palabra carne (sárx en el griego del Nuevo Testamento; caro en la Vulgata) porque, ante todo, el concepto radical del Cristianismo es precisamente la Encarnación: "el Verbo se hizo carne" (ho Lógos sárx egéneto; Verbum caro factum est). El Credo dice et incarnatus est. En todas las épocas a algunos les ha resultado escandaloso que Dios haya tomado carne humana. Pero es algo tan capital en la Teología católica que su centro es un cuerpo, el de Cristo.

Los griegos podían admitir la inmortalidad del alma, pero no la resurrección de la carne. Por eso cuando San Pablo, en el Areópago, habla de resurrección de los muertos, los atenienses se burlaron y no quisieron seguir escuchando.

Según el Cristianismo, Dios tomó carne humana, se hizo un hombre íntegro, quiso tener carne, un cuerpo verdadero y entero. Contra la dignidad del cuerpo ha prevalecido la consideración de tipo platónico y maniqueo acerca del desprecio a la carne, de su maldad. Frente a ese dualismo débese advertir que infravalorar el cuerpo significa despreciar la obra de Dios. Y si Dios crea cada persona, cuerpo y alma, entonces también la recreará, la resucitará entera. El Credo habla, como verdad de fe, acerca de la resurrección de la carne (sarkòs anástasin; carnis resurrectionem). Es decir, resucita la persona entera, cuerpo y alma. El alma separada del cuerpo no es persona (tampoco el cuerpo separado del alma).

Por eso San Hipólito de Roma dice en el siglo III que "el Padre de la inmortalidad envió al mundo a su Hijo, Verbo inmortal, que vino a los hombres para regenerarnos con la incorruptibilidad del alma y del cuerpo, insufló en nosotros el espíritu de vida y nos vistió con una armadura incorruptible (Sermón en la Santa Teofanía). Y en su obra Refutatio escribe que en el otro mundo "poseerás un cuerpo inmortal e incorruptible, junto con el alma".


Enríque González Fernández
Fuente: archivo PDF
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marzo 04, 2018
 

 

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